viernes, 18 de mayo de 2007

CAROD-ROVIRA

Este chiste tiene que dar la vuelta a España. A ver si entre todos conseguimos que le llegue a su correo electrónico y le dé un yuyu.
Carod Rovira y su chofer se trasladaban por carretera a la Moncloa para ver a ZP, cuando cerca de Alcalá de Henares. Súbitamente apareció un cerdo, sin poder evitarlo lo atropellaron, matándolo instantáneamente. Carod le dijo a su chofer: Localiza la granja a donde pertenece y explicale al dueño lo sucedido, para reclamarle los daños que nos ha ocasionado. Tres horas más tarde, regresa su chofer tambaleándose, con una botella de vino en la mano y una caja de puros "Farias" en la otra, y el cabello y la ropa totalmente desarreglados.
- ¿Qué ha pasado?... preguntó Carod a su chofer, -y este le respondió-
- Bueno, el granjero dueño del cerdo me regalo esta botella de vino; su mujer los puros "Farias" y su hermosa hija me hizo el amor tres veces de una manera salvaje.
- ¡¡Po´s, po´s!!!, ¿que les dijiste?
Yo les dije: Soy el chofer del Sr. Carod Rovira y ¡¡¡acabo de matar al cerdo!!!
NOTA TODO AQUEL ESPAÑOL QUE RECIBA LA PRESENTE COMUNICACIÓN,
TIENE LA OBLIGACIÓN CIUDADANA Y MORAL DE RETRANSMITIRLO A
DIEZ AMIGOS EN DEFENSA DE ESPAÑA.
¡¡¡ YO YA HE CUMPLIDO !!!

SOLO HAY SITIO PARA UNA SUPERPOTENCIA

EE.UU. Solo hay sitio para una superpotencia

Cuando Andrew Card, jefe de gabinete de la Casa Blanca, informó a George W. Bush sobre el atentado contra las Torres Gemelas de Nueva York, el presidente puso cara de espanto, pero tardó en reaccionar continuó, con la sesión de lectura a la que asistía en una escuela de primaria de Florida. Después afirmó anodinamente su determinación de encontrar "a los tipos que han cometido la acción"; acto seguido, fue trasladado a Shreveport (Lousiana) y más tarde a un bunker de Nebraska, donde fue instruido sobre el arte de responder a una crisis a la manera presidencial.
Bush llegó a la Casa Blanca con escaso equipaje para las relaciones internacionales. Hijo de presidente y nieto de senador, no se había arriesgado mucho en el extranjero. La lista de sus viajes era corta: algunas visitas a México siendo gobernador de Texas, una gira de seis semanas por China en 1975, una visita relámpago a Gambia en 1990 como miembro de una delegación oficial estadounidense, una estancia en Oriente Medio en 1998 y algunos saltos a Europa en los años noventa. Es decir, no era Marco Polo.
Ni Marco Polo ni George Bush padre, posiblemente el político estadounidense mejor preparado de la segunda mitad del siglo XX para ocupar la presidencia. Bush padre fue, antes de instalarse en la Casa Blanca, director de la Agencia Central de Inteligencia (CÍA), embajador ante la ONU y embajador en China. Bush hijo, por el contrario, era una página en blanco, aunque, como candidato, ya decía saber en lo que creía, según manifestó el 26 de agosto de 1999. "Nadie tiene que decirme en lo que tengo que creer, pero necesito a alguien que me diga dónde está Kosovo"
Durante la campaña electoral, Bush explicó cómo entendía que debía funcionar su presidencia. "El primer desafío es tener una visión clara y una agenda; el siguiente objetivo será organizar un equipo poderoso para poner en práctica mi agenda", declaró el entonces candidato. Pero, ¿qué visión tenía Bush, sin gran experiencia del mundo exterior, de las relaciones internacionales en la frontera entre dos siglos?
No resulta fácil discernir quién fue primero, si la gallina o el huevo, es decir, si la visión presidencial o el equipo que debía ponerla en práctica. El grupo de personalidades que asesora al presidente es un equipo heterogéneo, integrado por poderosos partidarios de distintos paradigmas de las relaciones internacionales. Pero a menudo, como se ha puesto de manifiesto en los dos últimos años, estos asesores se han diferenciado más por los métodos para alcanzar un objetivo determinado que por la naturaleza del fin perseguido. En e! entorno de Bush hay nacionalistas realistas, como Donaid Rumsfeíd (secretario de Defensa) y Dick Cheney (vicepresidente); hegemonistas, como Con-doleezza Rice (consejera de seguridad nacional y jefe de filas de los "vulcans", grupo de republicanos intemacionalistas); imperialistas democráticos, como Paúl Wolfowitz (subsecretario de Defensa); neoconservadores, como Richard Perle (miembro del Defence Policy Board, organismo consultivo del Pentágono), e internacionalistas liberales, como Colín PoweII (secretario de Estado).
Con estos mimbres Bush hizo su cesto presidencial. En los dos últimos años, la mayoría de los días pudo levantarse con el pie idealista, como le recomendaban hegemonistas y neoconservadores, siempre conscientes de la fuerza que aún sigue teniendo el idealismo wilsoniano en Estados Unidos; pero, al anochecer, seguía siendo unilateralista, es decir, lo contrario que Woodrow Wiison o Bill Clinton, su antecesor, multilateralistas como Colín Poweil. No es una broma: los primeros pasos de Bush por la escena internacional fueron resumidos acertadamente por la fórmula "ABC" ("Anything But Clinton"), es decir, cualquier cosa menos Clinton). El republicano llegó a la Casa Blanca con otra agenda bajo el brazo.
El primer Bus presidente levantó ampollas entre aliados y adversarios , por su unilateralismo, que evidentemente pone los intereses nacionales estadounidenses por encima de todo.. Washington se opuso a la ratificación del TPI, rechazó el protocolo de Kyoto, con el que la sociedad internacional pretende poner freno a la emanación de gases que provocan el efecto invernadero, y resucitó el proyecto del escudo espácia antimisiles.. El escenario del día después del 11 de septiembre ha confirmado y aumentado estos primeros síntomas unilateralistas.
Los cascotes del muro de Berlín enterraron, el 9 de noviembre de 1989, la guerra fría. Y el hundimiento de las Torres Gemelas cerró la transición abierta con el fracaso de la Unión Soviética. Después de la guerra fría y de la guerra del Golfo provocada por la invasión de Kuwait por parte de Irak, George Bush padre resucitó la retórica de Wilson para anunciar un nuevo orden internacional. El presidente fue ambicioso al definir lo que vio emerger de las cenizas de la guerra del Golfo: "Un orden en el que ninguna nación deba renunciar a su propia soberanía; un orden caracterizado por el gobierno de la ley más que por el recurso a la fuerza, por la solución de las disputas mediante la cooperación en vez de la anarquía y el derramamiento de sangre, y por una confianza ilimitada en los derechos humanos". Bush hijo ha preparado los cimientos de otro nuevo orden, basado en una variante del realismo político conocida por hegemonismo.
Después de la caída del muro de Berlín, George Will, influyente analista conservador -no neoconservador- estadounidense definió la década de una manera ocurrente. "En los años noventa, la historia se ha tomado unas vacaciones", escribió en un artículo que tanto era una crítica a la política de Clinton como una advertencia para quien debiera sucederle. Con Bush, las vacaciones se han terminado. Las cosas empezaron a moverse, al menos intelectualmente, en 1992, cuando un informe del Pentágono elaborado para Cheney y Wolfowitz, según una filtración publicada por "The New York Times", sentenció que la política exterior estadounidense después de la guerra fría de debería estar destinada a evitar "la emergencia de cualquier futuro competidor global".
Pero en 1992, Bush padre fue derrotado por Clinton, que no hizo caso del estudio por considerarlo radical. Norman Mailer en su último libro, "¿Por qué estamos en guerra?", explica que el caso de Monica Lewinsky fue una excusa utilizada por sus adversarios para arrinconarlo por su negativa a hacer suyos los planes de Rumsfeid y Cheney.
Ocho años después, Bush hijo rescató el informe de 1992. Nueva Administración, nueva agenda, que no iba a ser ni aislacionista, como pretendían los republicanos conservadores, ni multilateralista, como reclamaba la tradición del internacionalismo liberal. Pero tampoco sería un punto intermedio, sino un paradigma radical, con palabras wilsonianas y hechos militares, para hacer frente a una nueva escena. El enemigo ya no sería un Estado, sino una trinidad integrada por terroristas, tiranos y armamento de destrucción masiva. Por eso, en la agenda, quedó anotado un "eje del mal", integrado por Irak, Irán y Corea del Norte. Y el objetivo fue establecido con claridad: salvaguardar la hegemonía estadounidense en una era unipolar. Dicho de otra manera: se trataría de superar la ¡dea del "imperio benigno" de la era bipolar, cuando existía la Unión Soviética, con un hegemonismo sin complejos.
Las razones esgrimidas por la Administración Bush para justificar su actuación han sido cinco:

· Estados Unidos vive en un mundo peligroso, más próximo a la naturaleza del Estado de Thomas Hobbes que a la paz perpetua de Emmanuel Kant, que es la debilidad de los europeos.
· Los estados, que buscan defender sus intereses, son los actores fundamentales del teatro mundial.
· El poder, y esencialmente el poder militar, es el primer instrumento en un mundo globalizado.
· Los organismos y los acuerdos internacionales no defienden los intereses estadounidenses.
· Estados Unidos es la única superpotencia.

Los resultados de este cambio de estrategia han sido profundos. La agenda de Bush, después de Afganistán, se puso en práctica en Irak porque, entre otras cosas, era el eslabón más débil del eje. Y el método estadounidense, el poder, se opuso al método europeo, que pretende basarse en el derecho internacional. La consecuencia para las relaciones transatlánticas ha sido la división de la Unión Europea, de la OTAN y de la ONU. Cada orden internacional ha sído creado o reorganizado por una guerra. El concierto europeo del siglo XIX nació de las guerras napoleónicas, y la Liga de Naciones, a instancias de un presidente estadounidense, surgió de las cenizas de la Primera Guerra Mundial. Tras la guerra de Irak, el orden inspirado por otro presidente estadounidense en 1945, con la ONU como pilar, ha sido sacudido ahora por Washington, que ha logrado imponer su nueva agenda.
Condoleezza Rice, en el fragor de la batalla de Bagdad, anunció el tratamiento que Estados Unidos daría a quienes se habían opuesto a la guerra:
"Castigar a Francia, ignorar a Alemania y perdonar a Rusia". De China, el único poder autónomo de Washington, no dijo nada, tal vez por la astucia con la que los dirigentes de Pekín, que claman por un mundo multilateral como París, Berlín y Moscú, supieron nadar y guardar la ropa durante el pulso diplomático en la ONU. Pero cinco meses después de la caída de Saddam, la dulce victoria militar tiene un sabor amargo en la posguerra.
Los avalares de la posguerra iraquí han hecho que Francia, aunque no por falta de ganas, sufra menos castigo de lo anunciado y que Alemania sea menos ignorada. El unilateralismo, que se demostró sobrado en el campo militar, es insuficiente para la reconstrucción de la paz, incluso en los estrechos límites de una víctima propiciatoria como Irak. De esta manera, tanto la cumbre del G-8 en Evian-les-Bains (Francia) como la celebrada entre George W. Bush y Vladimir Putin en San Petersburgo parecieron indicar que los humos neoconservadores habían sido rebajados.
Esta conclusión, sin embargo, fue engañosa. Washington ha perdonado a Rusia, pero lo ha hecho porque Putin, que tiene el terrorismo checheno clavado, ha aceptado la agenda estadounidense, sobre todo en lo que hace referencia a la guerra contra el terrorismo y la proliferación del armamento de destrucción masiva. Moscú, que abrió la caja de sus secretos para que los estadounidenses no tropezaran en Afganistán con la piedra que derrotó a la Unión Soviética, ha inaugurado otra era en sus relaciones con Washington. Y el giro ruso le ha dado la vuelta al mapa: para empezar, ha permitido que la maquinaria militar estadounidense se instale en las repúblicas asiáticas de la ex Unión Soviética.
Francia y Alemania siguen en sus trece sobre el papel de la ONU, pero también parecen resignados, como el Gobierno de Tony Blair, al modesto papel de moderadores de la actuación de Washington en el mundo, tanto en lo que hace referencia a la guerra contra el terrorismo como en el caso del armamento de destrucción masiva. Dos ejemplos ¡lustran el sapo que Europa se ha tragado. El pasado mes de junio, Francia y Alemania, después de oponerse a la guerra de Irak, se unieron, en una reunión celebrada en Madrid, a Estados Unidos y sus principales aliados en el conflicto -Gran Bretaña, Australia, España, Italia, Japón, Holanda, Polonia y Portugal- para coordinar sus esfuerzos en el combate contra las armas de destrucción masiva. Y un mes más tarde, el Gobierno de Bélgica (una coalición de liberales y socialistas liderada por Guy Verhofstadt) decidió modificar, a instancias estadounidenses, la ley de competencia universal que permitía a sus jueces la persecución internacional de los delitos de lesa humanidad. En los últimos años se han presentado en Bruselas querellas contra Ariel Sharon y George W. Bush.
Europa o, mejor dicho, una parte de Europa, trató, junto con Rusia y China, de reequilibrar la balanza durante la crisis de Irak. El equilibrio, sin embargo, resultó imposible. La Unión Europea no es ahora más relevante que Japón, cuyos dirigentes se alinearon con Washington. Y en último término, Irak también ha puesto de manifiesto que la opinión pública europea, mayoritariamente contraria a la guerra, tiene los mismos tanques que a Stalin le suponía al Papa. Pero la brecha atlántica, que no es ningún invento periodístico, se ha ensanchado. El presidente Jacques Chirac afirmó, con motivo deja fiesta nacional francesa del 14 de julio, que la idea de Estados Unidos como gendarme del mundo "pertenece al pasado".
China, la gran potencia regional que se muestra orgullosamente autónoma, también ha cambiado con respecto a Estados Unidos. Pekín no se opuso al ataque militar contra Afganistán. Al contrario, China, preocupada por el contagio islamista, aplaudió la acción, que también le permitió pasar cuentas al régimen talibán, un enemigo que consideraba aborrecible. La guerra contra Irak fue distinta. Pekín se opuso al unilateralismo de Washington, pero lo hizo con la boca pequeña, consciente de que otros le estaban haciendo el trabajo sucio. Los estrategas chinos consideran que la política exterior estadounidense está dirigida, después del 11 de septiembre, a aislar al gigante asiático. Y como prueba de esto subrayan dos movimientos estadounidenses significativos: primero, el despliegue de tropas estadounidenses en Asia Central, facilitado por el cambio de opinión ruso, y segundo, la asociación entre Rusia y la OTAN. Pero la guerra de Irak ha servido a China, cuando menos, para que Washington ponga sordina al contencioso sobre Taiwan, la provincia que Pekín considera rebelde, y para que considere de otra manera el separatismo de la minoría musulmana. China, que ya es el primer país receptor de inversión extranjera, tiene otra agenda, y ésta no pasa precisamente por poner en peligro la ayuda occidental a su desarrollo. Oriente Medio es harina de otro costal. La Administración Bush, después del 11 de septiembre, se mostró convencida de haber dado con la receta capaz de hacer compatible su histórico apoyo a Israel con la estabilidad de la región y el acceso al petróleo, los grandes objetivos de su política exterior hacia Oriente Medio. William Kristol, uno de los ideólogos neoconservadores, explicó así el porqué del conflicto iraquí: "Es una guerra que pretende cambiar la cultura política de todo Oriente Medio. Después del 11 de septiembre, los estadounidenses miran a su alrededor y lo que ven es un mundo que no es como pensaban que era. El mundo se ha convertido en un lugar peligroso, por lo que los estadounidenses buscan una doctrina que les dé seguridad, y la única doctrina que se la puede dar es la neoconservadora, para la que el mal de Oriente Medio es la ausencia de la democracia y libertad" ("Haaretz", 4/IV/2003).
Desde entonces, lo único que ha cambiado en Oriente Medio es el mapa, no la cultura política. Irak se ha convertido de hecho en un protectorado (mal protegido) estadounidense, como Bosnia, Kosovo y Macedonia son protectorados de la OTAN. Pero la importancia geoestratégica de Irak ha modificado la ecuación geopolítica regional. Israel, el gran aliado de Estados Unidos, ha visto desaparecer un enemigo jurado. Siria, el irreconciliable enemigo de Israel, ha quedado emparedado: Turquía, miembro de la OTAN y aliado de Estados Unidos, lo vigila por el norte; Israel, por el oeste, e Irak, con más de 150.000 soldados estadounidenses, por el este. Las dos únicas salidas que tiene Siria son Líbano -un protectorado suyo, pero esa vía sólo le conduce al mar- y Jordania, el régimen árabe más proestadounidense de la zona. Siria, pues, está neutralizada.

El derrocamiento de Saddam Hussein también afecta directamente a Arabia Saudí, un régimen amigo venido a menos desde el 11 de septiembre, cuando se dispararon las alarmas en Estados Unidos por las relaciones entre el reino y los movimientos radicales islámicos. Arabia Saudí sigue siendo un peón necesario. No sólo tiene las mayores reservas de petróleo que se conocen, sino que además es el guardián de los lugares más sagrados del islám y el jefe de filas de la confesión suní. Pero su capital petrolero se ha visto relativizado por la ocupación de Irak, lo que permite a Estados Unidos controlar las segundas reservas del mundo, y su importancia geoestratégica también ha sufrido una devaluación, como lo demuestra la decisión estadounidense de retirar gradualmente las tropas que tiene estacionadas en el reino saudí desde la primera guerra del Golfo, en 1991. Arabia Saudí, pues, está en cuarentena.
El régimen teocrático de Irán, integrante del denominado "eje del mal", también se siente aludido directamente por el cambio. Durante la guerra fría, cuando a De Gaulle le preguntaban por la Unión Soviética, el general siempre se refería a Rusia, como si la URSS estuviera condenada a ser un paréntesis en la historia. Y acertó. Estados Unidos tampoco desespera con Irán, al que querría ver como el primer país post-islámico del siglo XXI. Michael Ledeen, analista del American Enterprise Instituto, fabricante de ideas neoconservadoras, ha escrito en "The Wait Street Journal": "Los mulás están mortalmente amenazados por la extensión de la democracia de Irak a Afganistán". De momento, el régimen teocrático no está amenazado por vecinos democráticos, pero está rodeado. La guerra contra Al Qaeda y el régimen talibán significó, para los dirigentes iraníes, la instalación de bases estadounidenses en Afganistán, Pakistán, Kirguistán y Uzbekistán; es decir, por su flanco oriental. Y la guerra contra Saddam Hussein le ha cerrado el oeste. Irán, pues, está encajonado.
Las señales de un nuevo tipo de cooperación de Estados Unidos con Europa y Rusia pueden sugerir que Bush parece dispuesto a construir colectivamente, con sus alia-dos, un nuevo orden. Los realistas de la Administración Bush siguen considerando a los estados como los principales actores de las relaciones internacionales y, como sucedió en la Europa del siglo XIX, cuando las monarquías absolutistas se aliaron, también consideran que los grandes estados del siglo XXI deben coordinarse contra la nueva trinidad de enemigos, materializada en terroristas y estados delincuentes. Pero la política exterior estadounidense no parece presidida por la intención de resituar de forma multilateral en el mundo a la única superpotencia.
Los Estados Unidos de George W. Bush son el actor principal de la nueva escena, con un ciclópeo presupuesto militar que duplica los gastos de defensa europeos y que debilita los lazos atlánticos, ya dañados por el enorme desfase tecnológico. Europa, que es un pigmeo militar, parece una ONG dedicada a pagar la paz mientras Estados Unidos hace la guerra. Japón, pese a su Constitución pacifista, enviará tropas a Irak. Rusia necesita la cooperación occidental. Y China es una potencia emergente y autónoma que suscita pesadillas, pero que, al mismo tiempo, teme verse aislada en un mundo fracturado, en el que África, desgarrada por las guerras, la miseria y las enfermedades, no está en el mapa, América Latina no acaba de salir del agujero, el pueblo árabe sigue esperando una solución justa y duradera al conflicto entre palestinos e israeliés y las monarquías del Golfo han establecido nuevas alianzas con Estados Unidos.
La suerte que pueda correr el unilateralismo, o el multilateralismo a la carta, según su versión más edulcorada de la Administración Bush no dependerá tanto de la fuerza de convicción de sus aliados, que han sido tratados con arrogancia, como de la relación de fuerzas existente en Washington. Y la gloria o el fracaso de los neoconservadores, que hasta el momento han controlado la agenda, estarán en función de varios factores. Dependerán del curso de la hasta ahora caótica posguerra en Irak (es decir, habrá que esperar a ver si las fuerzas invasoras fracasan, como sucedió en Líbano y en Somalia, o si impondrán su agenda); de las acusaciones contra los gobiernos de Washington y Londres de haber manipulado las pruebas para justificar una guerra que fue ilegal; de la mejora o no de las relaciones con la ONU, independientemente de su necesaria reforma; de los avatares del conflicto palestino-israelí, y de la forma en que se traten los contenciosos con Irán y Corea del Norte (que dice tener uranio para fabricar seis bombas atómicas).
Neoconservadores y hegemonistas se han empeñado en una revolución para modificar las relaciones de Estados Unidos, en el cénit de su poder, con el resto del mundo. La historia, sin embargo, tiene lecciones para todos. Después de medio siglo en el que el poderío estadounidense fue legitimado por los organismos internacionales, la Administración decidió soltar lastre. Resultaría irónico que la posguerra demostrara a Estados Unidos, que no para de pedir ayuda, que Irak le viene grande •

Xavier Batalla es autor de "Afganistán. La guerra del siglo XXI" y de "¿Por qué Iraq?" (Edicción de bolsillo)

FIN DE LOS TEMPLARIOS

FIN DE LOS TEMPLARIOS


"¡No me siento capaz de soportar ni un momento más esta amarga prueba... Díganme de lo que van a acusarme, señores comisarios, que estoy dispuesto a confesarme autor de la muerte del mismo Jesucristo!"

Los Templarios eran el ejército del Papa y significaban un importante centro de poder por su fuerza militar, su dominio estratégico en Europa, especialmente en Francia, y sobre todo por sus enormes riquezas, lo que les convierte en el sistema bancario más importante del mundo. Por eso un rey empeñado en afirmar su autoridad absoluta tenía que terminar con la Orden del Temple, y no por ejemplo con la del Hospital, que se comportaba y organizaba de un modo completamente distinto.

Los "sepultureros" de los Caballeros del Temple fueron el Rey de Francia, Felipe IV "el Hermoso", el Papa Clemente V y los dominicos, orden muy experta en estas jugadas. La tónica del monarca francés fue un intento de absolutismo, para lo que le estorbaban los Templarios por su exención jurisdiccional y su poderío económico, que humillaba a un soberano lleno de deudas.
Hasta el momento del proceso sólo se les achacaba su orgullo, vicio censurado hasta por los pontífices romanos que en la persona de Nicolás IV quiso unirlos a los Hospitalarios "para moderar su soberbia". Felipe IV se aprovechó de esta decantada actitud y pidió al Papado que los humillara, diciéndole que no convenía al pontificado una Orden sin control, por su excesivo poder y el peligro de una rebelión. Quién mejor ayudó al monarca fue Esquino Floriano, delincuente habitual que decía haber sido confidente de un templario en las mazmorras de Tolosa y que se proclamaba conocedor de los vicios de la Orden. Otros dicen que era un templario expulsado, sin que hayan trascendido los motivos. El caso es que el rey acogió con agrado aquel costal de infundios que, vertidos en los dóciles oídos de Clemente V, consiguieron que ordenase una inquisición contra los Caballeros del Temple. Floriano aseguraba que al ingresar en la Orden sus miembros renegaban del Salvador, pisoteando y escupiendo la cruz. Que en compensación de su celibato se les permitía la sodomía, pecado que los maestres absolvían. Que adoraban ídolos y que sus sacerdotes omitían intencionadamente en la misa las palabras de la consagración, etc.
Los intentos del francés comenzaron en Lyon, en 1305, con motivo de la coronación del arzobispo de Burdeos, Beltrán de Got, que pasaría a llamarse Clemente V. El nuevo Papa no dio impotancia al asunto, preocupado por el problema de Palestina, ocupada por los árabes, para cuya solución necesitaba de los Templarios. En 1307, Jacobo de Molay, último maestre del Temple, secundando los deseos papales de Cruzada, llegó a Francia para reclutar tropas y abastecerse de vituallas. A su paso por el país escuchó las calumnias propaladas contra su Orden y acudió ante el Papa solicitando un examen formal para comprobar la falsedad de tan burdas calumnias. Accedió Clemente V a sus deseos y así se lo comunicó al monarca francés por carta del 24 de agosto de 1307. Felipe IV, dispuesto a apoderarse de los bienes del Temple, y aconsejado por su ministro Guillermo de Nogaret, decidió adelantarse. El 12 de octubre de 1307, a la salida de los funerales de la condesa de Valois, el maestre Molay y su séquito fueron arrestados y encarcelados, lo mismo que todos los Templarios franceses, y confiscados sus bienes bajo pretexto de la inquisición.
Para mitigar el escándalo y consternación que produjo el hecho, el Rey publicó un manifiesto redactado por Nogaret en el que se recogían todas las injurias, ignominias y abominaciones imaginables contra la Orden, involucrando al Papa en el acto. Cuando éste se enteró de la detención y del proceso, reprendió al monarca y envió dos cardenales, Berenguer de Frédol y Esteban de Suisy, para reclamar las personas y bienes de los encausados. Los purpurados, que debían sus cargos al monarca francés, consiguieron convencer a Clemente V de la buena fe real y enconar su ánimo contra los procesados. Felipe IV consiguió la facultad de juzgar a los miembros franceses de la Orden del Temple y administrar sus bienes. Por medio de la tortura, la Inquisición obtuvo las declaraciones que deseaba, pero estas confesiones fueron revocadas por los acusados en la hora de su muerte en el suplicio, lo cual echa por tierra su probatoriedad. Sin embargo las confesiones obtenidas convencieron al venal Clemente V, quién ordenó un proceso en todo el mundo. Sin embargo se alzaron tantas voces de protesta, que el pontífice, por la bula Faciens misericordiam, del 12 de agosto de 1308, mandó formar comisiones diocesanas en toda la Cristiandad presididas por el obispo, dos canónigos y dos parejas de dominicos y franciscanos, para escuchar a los Templarios que desearan defender su Orden.
Las comparecencias debían dar comienzo el 12 de abril de 1309, en París, aunque tardaron varios meses en comenzar, hasta el 22 de noviembre de ese mismo año. La ausencia de torturas y un encarcelamiento más propio de religiosos, provocó que una tras otra todas las acusaciones fueran desmentidas por los caballeros sometidos a interrogatorio, pues las retracciones nacían de la reflexión y no del miedo, lo que comenzó a poner a las gentes a su favor. Pero Felipe IV y sus compinches no podían permitir esa situación, por eso recurrieron a todas sus influencias, para que se organizase con la mayor urgencia un concilio ecuménico de Sens. Lo consiguieron en cinco meses, y fue anunciado por el Papa en la bula Regnan in coelis, la celebración de un concilio en Sens, donde se trataría el problema de los Templarios.
Se inició en Abril de 1310, pero días más tarde empezaron a ser llevados a la hoguera cincuenta y cuatro templarios en las proximidades del convento de Saint-Antoine, por orden del monarca de Francia. Los inocentes fueron llevados a la muerte más atroz sobre unas pilas de leños, elegidos para que ardieran lentamente. De esta forma el suplicio resultó más inhumano. Testigos de este crimen múltiple dejaron escrito que las víctimas murieron proclamando su inocencia, reconociendo la injusticia que se cometía con su Orden y, por último, se pusieron en manos de Dios.
Además, siguieron quemándose a templarios por distintos puntos de Francia, sin esperar a que se dictaran sentencias definitivas. Unas veces eran los obispos los que firmaban las órdenes, y otras el inquisidor general Guillermo de París, fiel servidor de Felipe el Hermoso. ¿Por qué se dejaron apresar los miembros de la más formidable fuerza militar del mundo occidental? Una de las razones fue sin duda la avanzada edad de la mayoría de los Templarios que vivían en Francia. Después de servir un tiempo en Oriente, muchos habían regresado a Europa para ocupar puestos en la administración. Las caballeros más jóvenes habían sido enviados a Chipre, y en 1307, más del setenta por ciento de la fuerza templaria había sido reclutada en los últimos siete años. En Chipre se preparaban para la acción militar: habían peleado con los sarracenos por Tortosa y esperaban una invasión de la isla por parte de los mamelucos.
En el Concilio de Vienne, entre el 16 de octubre de 1311, y el 3 de abril de 1312 el Papa anunció la supresión del Temple. Los teólogos del concilio eran casi todos franciscanos y dominicos, y ambas órdenes se distinguían por su animosidad y envidia contra los acusados. Antes, los secuaces del rey francés habían recurrido de nuevo a las torturas y nuevamente afloraron las confesiones de adoración demoníaca, prácticas sodomitas y de otros pecados demenciales. La pantomima se había preparado meticulosamente, con ensayo previo incluido y no parecía que nada pudiera fallar a la hora de llevarse a cabo ante el público. Sin embargo, los primeros acusados que se presentaron ante el tribunal defendieron al Temple y amenazaron con poseer un ejército de dos mil Templarios escondido y listo para liberarles, pero ningún ataque se produjo, y por ello los siguientes meses, como nadie se ponía de acuerdo para escoger a los defensores de los Templarios (Jacobo de Molay renunció a ello por ser analfabeto) se parecieron más al teatro que deseaban los detractores de la Orden. A puerta cerrada, los "actores" representaban los papeles que se les habían asignado, sin despertar ninguna emoción. La bula de supresión, Vox in excelso, se firmó el 22 de marzo y se leyó el 3 de abril públicamente.
Por la bula Ad providam, el 2 de mayo de 1312, Clemente V otorgó los bienes de la extinta orden a los caballeros de San Juan de Jerusalén, es decir los Hospitalarios, pero no pudo evitar la depredación por parte de Felipe el Hermoso, quien no sólo no devolvió el dinero que debía al Temple, alegando que cánones prohibían pagar deudas a los herejes, sino que se presentó cínicamente como acreedor de grandes sumas, por lo que los Sanjuanistas hubieron de entregarle 200.000 libras tornesas. El día 6 de ese mes, el Papa dictó bulas para que los "reconciliados y arrepentidos" serían confinados en monasterios y condenados a cadena perpetua. A los cuatro máximos dirigentes del Temple se les reservaba otro juicio más severo, que se celebró el 18 de marzo de 1314.
En esa fecha, fueron colocados Jacobo de Molay (maestre) Godofredo de Charney (maestre en Normandía), Hugo de Peraud (visitador de Francia) y Godofredo de Goneville (maestre de Aquitania) encima de un patíbulo alzado delante de Notre-Dame, donde se les comunicó la pena de cadena perpetua. Pero cuando estaba dando comienzo la ceremonia, y mientras los delegados pontificios leían los crímenes y herejías, los máximos representantes de la Orden, los cuales ya llevaban siete años en prisión, se adelantaron para dirigirse abiertamente a las gentes de París, y fue Jacobo de Molay el que exclamó: "¡Nos consideramos culpables, pero no de los delitos que se nos imputan, sino de nuestra cobardía al haber cometido la infamia de traicionar al Temple por salvar nuestras miserables vidas!"
Así habló el último maestre del Temple, con voz alta y firme, ante los cardenales, frente a los representantes del rey y delante de las gentes. Los "arrepentidos" habían dado un vuelco total a la situación. Todo París no hablaba de otra cosa y se había provocado un escándalo que no podía ser tolerado. Incluso se temió el estallido de un motín.
Aquel mismo día, con la puesta de sol, se alzó una enorme pira en un islote del Sena, denominado Isla de los Judíos, donde los cuatro dirigentes fueron llevados a la hoguera. Según se cuenta, antes de ser consumido por las llamas, Jacobo de Molay convocó al Rey y al Papa ante el tribunal de Dios para antes de que transcurriera un año, con las palabras "Dios conoce que se nos ha traído al umbral de la muerte con gran injusticia. No tardará en venir una inmensa calamidad para aquellos que nos han condenado sin respetar la auténtica justicia. Dios se encargará de tomar represalias por nuestra muerte. Yo pereceré con esta seguridad".
Casualidad o no, la verdad es que antes de un año, tal y como aseguró el maestre templario antes de morir, fallecieron tanto Felipe IV como Clemente V. El primero que falleció fue el Papa, a los 37 días. Ya estaba enfermo, pero una noche fue presa de "un dolor insufrible que le mordía el vientre". Sus galenos comunicaron que había muerto "a merced de unos horribles sufrimientos". El rey francés murió el 29 de noviembre, al chocar con la rama de un árbol mientras montaba a caballo por el bosque de Fontainebleau. El golpe fue tan grave que el monarca pereció de una parálisis general, con gran padecimiento hasta su minuto final. ¿Se había cumplido la amenaza de De Molay? Lo cierto es que de esta forma, los Templarios salieron de la Historia y entraron en la Leyenda.
Desde el punto de vista de las acusaciones y los procesos montados contra ellos por los consejeros del rey de Francia, los Templarios son completamente inocentes. Los procesos son nulos de pleno derecho, alevosamente parciales, incluso aquellos que prescindieron de la tortura. Pero históricamente, la degradación sufrida por su adicción al dinero, al poder y a la política, los condena irremediablemente como culpables. No por haber traicionado a la Iglesia o a la Monarquía, sino por haberse traicionado a ellos mismos, a sus ideales y a sus orígenes.

FELIPE EL HERMOSO

El rey Felipe IV de Francia, Felipe el Hermoso, era un gran estadista. Se había rodeado de inteligentes consejeros, buenos conocedores del derecho romano y que defendían un Estado centralizado y omnipotente. Esta concepción del Estado requería un buen sistema fiscal, y el sistema feudal de recaudación de impuestos no resultaba muy eficiente. Como complemento, Felipe IV recurrió a los más diversos métodos para aumentar los ingresos del estado sin disgustar a sus súbditos: degradó la acuñación, poniendo en las monedas menos cantidad de oro y plata, aumentó los impuestos a los sectores sociales más impopulares, principalmente a los judíos, vendía títulos nobiliarios a los burgueses ricos, ofrecía a los siervos la exención de ciertas limitaciones (como la obligación de permanecer en sus tierras) a cambio de importantes sumas de dinero, etc. Unos años antes había expulsado del país a una colonia de banqueros italianos a los que confiscó sus bienes.
Felipe IV gobernaba efectivamente la mayor parte del territorio francés. La excepción principal era, naturalmente, la Guyena, en manos inglesas; luego estaba el ducado de Bretaña, cuya población conservaba más o menos fielmente sus antiguas tradiciones celtas y se mostraba más o menos indiferente al estado francés; pero la región más delicada era el condado de Flandes. El conde actual, Gui de Dampierre, había logrado el título encabezando una rebelión burguesa, y defender las exigencias de la burguesía lo llevaba inevitablemente a enfrentarse a la política centralista de Felipe IV. Lo más grave era que Flandes mantenía unas fuertes relaciones comerciales con Inglaterra: importaba lana inglesa y exportaba tejidos de gran calidad. En caso de que surgiera un conflicto entre Francia e Inglaterra, era seguro que Flandes facilitaría a los ingleses su territorio para desembarcar e invadir Francia.
Esta era la situación cuando surgió un primer roce entre ambos países. En 1295 los escoceses se rebelaron contra su rey, Juan de Baliol, al que acusaban de ser un títere de Eduardo I de Inglaterra, y para hacerles frente sin darles la razón, el monarca decidió pedir ayuda a Felipe IV, que le envió un ejército al mando del conde Roberto II de Artois. Esto no hizo ninguna gracia al rey inglés, que se dispuso a tirar con fuerza de los hilos de su marioneta. Envió también un ejército a Escocia, con el que en 1296 derrotó al ejército de Juan, que fue capturado y encarcelado. Eduardo I se proclamó rey de Escocia.
A continuación Eduardo I se dispuso a ajustar cuentas con Felipe IV, y atacó a Francia desde la Guyena. Entonces el Papa Bonifacio VIII exigió a ambos reyes que firmaran la paz. Los motivos de este imperativo pacifista eran, naturalmente, de carácter político y económico. Por una parte, Bonifacio VIII estaba en contra de que Francia empleara sus ejércitos en luchar contra Inglaterra porque quería que los empleara en luchar contra Aragón, pero más importantes aún era que los dos reyes habían aprovechado la guerra como excusa para aumentar los impuestos al clero, y eso menguaba sensiblemente los ingresos de los Estados Pontificios.
El caso fue que la guerra continuó y los impuestos al clero se mantuvieron. Como respuesta, Bonifacio VIII promulgó en febrero la bula Clericis laicos, por la que prohibía, bajo pena de excomunión, todo aumento de tasas sobre el clero sin la autorización del Papa. Eduardo I se intimidó y rectificó su política fiscal, pero Felipe IV plantó cara a Bonifacio VIII y no sólo no bajó los impuestos, sino que prohibió totalmente la exportación de oro y plata de su reino, lo que diezmaba drásticamente las rentas pontificias.
Ese año murió san Pedro Celestino, el que había sido Celestino V. En mayo los sicilianos coronaron al hermano de Jaime II el Justo, que pasó a ser Federico II de Sicilia y lanzó a Roger de Llúria y sus almogávares contra Calabria y Apulia.
El rey Carlos II de Nápoles nombró a su hijo Roberto duque de Calabria y vicario general, lo que lo convirtió en el auténtico gobernante del reino.
María de Molina, la reina de León y Castilla, venció al rey Dionisio I de Portugal y le impuso la paz de Alcañices, con lo que el infante Juan cambió de patrono y se unió a Jaime II de Aragón, que se alió con los navarros para invadir Castilla. Acordaron que Alfonso de la Cerda se convertiría en rey de Castilla, Juan recibiría León y Jaime II se anexionaría Murcia.
La decisión de Felipe IV de Francia de prohibir la exportación de oro y plata había golpeado a Bonifacio VIII más duramente de lo que éste había calculado que podía ser golpeado. En septiembre promulgó la bula Ineffabilis amoris, en la que protestaba por esta medida, pero sin la arrogancia de su bula anterior.
En París, Ramon Llull había conseguido cierto número de discípulos y se oponía al averroísmo imperante en la Sorbona. Terminó entonces el Àrbre de sciència, (Árbol de la ciencia), en dos versiones (catalana y latina), según su costumbre. Era una especie de enciclopedia alegórica sobre todas las ciencias, escrita para ser entendida con facilidad. Bajo el símbolo del árbol se distribuyen todos los aspectos del saber humano, expuestos de forma ordenada y concisa.
Marco Polo cayó prisionero durante una batalla naval entre Venecia y Génova, y fue encarcelado por los genoveses.
El rey Andrés III de Hungría se casó con Inés, hija de Alberto I de Habsburgo.
Ese año murió el conde Florencio V de Holanda, que fue sucedido por su hijo Juan I.
También murió el conde de Lancaster Edmundo el Jorobado, hermano del rey Eduardo I de Inglaterra, y fue sucedido por su hijo Tomás.
El rey siamés Mangrai se había adueñado de numerosos territorios que habían estado bajo el dominio de Angkor. Ahora fundaba Chiangmai (la ciudad nueva), y la convirtió en su nueva capital.
En 1297 el rey Eduardo I de Inglaterra dio el paso esperado en su guerra contra Francia: invadió el país, no por Guyena, que quedaba muy lejos de París, sino por Flandes, en alianza con el conde Gui de Dampierre. También se alió con el emperador Adolfo de Nassau, si bien éste pudo prestarle poca ayuda, ya que tenía que hacer frente a su rival Alberto de Habsburgo.
Mientras tanto los escoceses llevaban mal el dominio inglés. En abril se formó una resistencia dirigida por William Wallace, que atacaba por sorpresa a los destacamentos ingleses. Entre sus seguidores estaban Jacobo, el senescal de Escocia y Robert Bruce, uno de los que habían pretendido la corona tras la muerte de Margarita de Noruega. Tenía ahora veintitrés años. Se había educado en la corte de Eduardo I y el año anterior le había jurado fidelidad.
Por otra parte, el Papa Bonifacio VIII terminó rindiéndose ante el bloqueo económico que le había impuesto Felipe IV. Llegó a un acuerdo por el que aceptaba el derecho de Felipe IV a imponer al clero los impuestos que considerara oportunos (que habían aumentado aún más a raíz de la guerra en Flandes) y a cambio éste levantaba el bloqueo. Como muestra de buena voluntad, Bonifacio VIII canonizó a san Luis, el abuelo de Felipe IV.
En septiembre William Wallace obtuvo la resonante victoria de Stirling sobre el ejército inglés. Sus filas se engrosaron y los nobles escoceses lo nombraron regente. Eduardo I tuvo que abandonar la guerra en Francia para volver a Escocia. No tardó en derrotar a Robert Bruce, pero Wallace seguía siendo una seria amenaza. Felipe IV aprovechó la situación para tomar poco a poco las principales ciudades flamencas.
Bonifacio VIII, viendo que había perdido el apoyo francés, buscó el del rey de Aragón Jaime II el Justo y se aprovechó de su debilidad por los pactos. Le exigió que cumpliera lo acordado en Anagni, y Jaime II así lo hizo: devolvió las baleares a Jaime II de Mallorca y se dispuso a convencer (por las buenas o por las malas) a su hermano, el rey Federico II de Sicilia, para que renunciara a su corona. Por su parte, Bonifacio VIII publicó la bula Super reges et regna, por la que donaba a Jaime II, en calidad de vasallo suyo, las islas de Córcega y Cerdeña (aunque en la práctica ambas siguieron dominadas por Génova). Además, reconocía a Roberto, el hijo del rey Carlos II de Nápoles, como heredero del reino. Se estipuló también el matrimonio entre Roberto y Violante, hermana de Jaime II de Aragón.
Ese año murieron el emperador Juan II de Trebisonda, que fue sucedido por su hijo Alejo II Comneno; el príncipe de Morea, Florencio de Hainaut, que dejó únicamente una hija pequeña, Matilde, por lo que el título volvió a su esposa, Isabel de Villehardouin; y el burgrave de Nuremberg, Federico III, que fue sucedido por su hijo Juan I, bajo la tutela de su tío Conrado II.
El rey Eduardo I de Inglaterra estaba arrasando Escocia, hasta que en julio de 1298 derrotó al ejército de Wallace en Falkirk. La mayor parte de los barones se sometieron a Eduardo I y Wallace abandonó la regencia, pero continuó la lucha. Entre los rebeldes que se sometieron al rey inglés estaba John Comyn, al que Eduardo I nombró regente.
El rey Jaime II de Aragón no pudo convencer a su hermano, el rey Federico II de Sicilia, para que cediera la isla a Carlos II de Nápoles, así que el rey Justo, fiel a lo convenido, se enfrentó a él. Roger de Llúria estaba sirviendo a Federico II, pero ahora se alineó con Jaime II y, en una campaña en la que tomó parte el propio Jaime II, asedió Siracusa, aunque fracasó en el intento.
El rey Felipe IV de Francia concedió a su hermano Luis, que acababa de cumplir veintidós años, los condados de Evreux, Etampes y Beaumont-le-Roger.
Adolfo de Nassau murió en la batalla de Gölheim frente a su rival, Alberto de Habsburgo. Éste fue entonces reconocido como rey de romanos y coronado en Aquisgrán como Alberto I. Sin embargo, el Papa Bonifacio VIII no accedió a coronarlo emperador. Al contrario, terminó excomulgándolo. Alberto I traspasó el ducado de Austria a su hijo Rodolfo III.
También murió el duque Alberto II de la Alta Sajonia, que fue sucedido por Rodolfo I. Lo que había sido la marca de Brandeburgo se había dividido y repartido hasta el punto de que en los últimos años había llegado a tener ocho margraves. Ahora quedaban cinco, entre ellos Otón IV, que murió y fue sucedido por su hijo Hermann.
En 1299 los reyes Eduardo I de Inglaterra y Felipe IV de Francia firmaron la paz con el matrimonio del primero con Margarita, hermana del segundo (la primera esposa de Eduardo I, Leonor de Castilla, había muerto nueve años atrás). Eduardo I quería tener las manos libres en Escocia y Felipe IV en Flandes. El rey inglés organizó Escocia bajo el gobierno de un consejo de regentes, en el que figuraba, entre otros, Robert Bruce.
El almirante Roger de Llúria infligió dos derrotas a al rey Federico II de Sicilia una en cabo Orlando y otra en Ponsa. La primera de ellas fue especialmente sangrienta, pero Jaime II de Aragón no quiso acabar personalmente con su hermano y poco después regresó a Cataluña. Sus generales prosiguieron la guerra.
Juan Manuel, el sobrino de Alfonso X el Sabio, a sus diecisiete años, se casó con Isabel, hija del rey Jaime II de Mallorca.
Marco Polo salió de la cárcel. En prisión había conocido a un escritor pisano llamado Rustichello, que escribió el Libro de las Maravillas del Mundo, en el que narra las aventuras del veneciano. Por razones de difusión, en lugar de escribirlo en italiano lo hizo en francés. El libro se hizo muy popular, si bien muchos dudaron de su veracidad. Uno de los fragmentos que más interés despertaron con el tiempo fue la descripción que hace del país que los chinos llamaban Jepen Kuo (el país del sol naciente, es decir, Japón), al que Marco Polo llama Cipango. Dice que está habitado por "gentes blancas, de delicadas maneras y hermosas". Son idólatras y, sobre todo, tienen oro en grandísima abundancia. Las perlas también abundan, de suerte que con ellas se llenan las bocas de los muertos. También tienen muchas piedras preciosas, y todas estas riquezas no salen de la isla, pues se halla demasiado alejada y los mercaderes no osan llegar hasta allí.
El emperador bizantino Andrónico II se casó con Ana, hija del rey Esteban VI de Servia.
Ese año murió el rey de Noruega Erik Magnusson Prestehater, que fue sucedido por su hermano Haakon V, que ya llevaba años gobernando el país con el título de duque.
También murió sin descendencia el conde Juan I de Holanda, y el condado pasó a su primo, el conde Juan II de Hainaut.
HISTORIA
Orden de los pobres caballeros de Cristo
"La orden del temple es el gran agujero negro y, a la vez, pieza clave del medievo en Europa. El gótico de las catedrales, las leyendas de caballería, las Cruzadas y todo cuanto digno de mención ocurrió entonces está firmado por su mano invisible"
(MUY INTERESANTE nº 76)
Septiembre 1.987

Nunca se sabrá que objetivos llevaron a Jerusalem en 1.118 a Hugo de Payns y a sus ocho acompañantes, entre los que se encontraba Godofredo de Saint-Audemar, pero sí sabemos con certeza que fueron los fundadores de la Orden del Temple, asociación religiosa que intentaba armonizar la vida claustral y ascética del monje con la profesión Militar, teniendo por fin la defensa de los peregrinos que llegaban a Tierra Santa.
En aquel entonces reinaba Balduino I, quien brindó una calurosa acogida a los "pobres soldados de Cristo", como Hugo de Payns y sus ocho caballeros se hacían llamar.
Pasaron nueve años en Tierra Santa, alojados en una parte del palacio, que el rey les cedió, justo encima de las caballerizas del antiguo Templo de Salomón (de ahí el nombre de caballeros del Temple o Templarios).
Cuando regresaron a Europa en 1.127, encabezados por Payns, fueron recibidos con los más altos honores, y allí les esperaba el padre invisible de la Orden, Bernardo de Clairvaux (que Dante situó en su "Divina Comedia" como el único hombre con acceso al cielo más elevado). Fue este monje quien redactó los reglamentos de la Orden y convocó el Concilio de Troyes en 1.128, al cual asistió el propio Papa Honorio II, donde fueron reconocidos oficialmente y se les impuso un manto blanco como distintivo; más tarde, Eugenio III, añadió una Cruz Roja Octogonal.Los rangos y honores que se establecieron en la orden fueron:
Sirvientes (aspirantes)
Escuderos
Caballeros
Priores comendadores
Maestres
Gran Maestre
Cuando se llegaba a ser nombrado caballero, se juraba cumplir con los votos de pobreza, castidad y obediencia, con ello todos los bienes del recién iniciado pasaban a formar parte de la orden.
Su desmesurado crecimiento material se debía a varias razones. En 1.139 consiguieron una bula papal que les excluía de la jurisprudencia, tanto civil como eclesiástica, con lo que no volvieron a rendir cuentas ni a reyes ni a obispos, únicamente al Papa. Además de los testamentos y donativos que recibían, también estaban las grandes fortunas de los nobles que entraban a formar parte de la orden. También podían recolectar dinero en todas las iglesias de occidente, una vez al año. Obtenían grandes beneficios comerciales con todo el excedente que obtenían de sus granjas y encomiendas.
Hacia 1.170, la Orden se extendía por toda Francia, Alemania, España y Portugal, y apenas 50 años más tarde era el imperio económico, militar, político, religioso y científico más importante de Europa con:
9.000 encomiendas (granjas y casas rurales)
Un ejército de 30.000 caballeros (sin contar escuderos y sirvientes, artesanos y albañiles)
Más de medio centenar de castillos
Una flota propia de barcos (con puertos privados)
La primera banca internacional
Era la fortuna más grande de toda Europa, hasta el punto de que reyes como el de Francia o Aragón eran deudores del Temple. Alfonso I el Batallador, nombró en su testamento, como herederos del reino a los Templarios, aunque la nobleza aragonesa se opuso y logró que renunciaran a la herencia, a cambio de diversos dominios y privilegios que consolidaron su prosperidad en el reino.
El valor de los Templarios en la guerra contra los sarracenos se hizo proverbial. Cuando los musulmanes conquistaron Tierra Santa los caballeros del Temple se instalaron en Chipre. A partir del siglo XII se establecieron en las zonas fronterizas de Cataluña, Aragón, Navarra y Castilla, posición que les permitió participar en las conquistas de territorios musulmanes.
Eran igual de eficientes con las cuentas como con las armas y la mayoría de los reyes les confiaban sus tesoros. Así a finales del siglo XII nació el primer banco transaccional, del que se tienen noticias. Incluso el rey de Francia , les confió sus tesoros y acabó siendo deudor de la orden. Este hecho junto con su conocida codicia por los bienes ajenos y el miedo que sentía por el poder militar del Temple, fue lo que le decidió a acabar con los Templarios en 1.307, iniciando un proceso inquisitorial contra la orden.
Pero a pesar de todo lo anterior, 200 años más tarde fueron destruídos, sin oponer resistencia por su parte. En Francia, en 1.314, más de 15.000 caballeros del Temple fueron arrestados, sin aviso y sin más razón que un mandato real, y condenados a la hoguera y sus bienes pasaron finalmente a la corona. Un fuerte aliado de Felipe IV, fue el visir Nogaret, maquiavélico personaje que ideó el plan para la destrucción de la Orden. También se dio la circunstancia de que en un plazo de dos años murieron, misteriosamente, dos Papas (curiosamente enemigos del rey de Francia), y ocupó el trono papal Clemente V, una persona débil y manejable, que acató todas las pruebas presentadas contra los caballeros templarios: herejía, ritos blasfemos (como escupir y pisar la cruz en las iniciaciones de los caballeros), sodomía, adoración de falsos ídolos demoníacos como el misterioso Bafomet, etc.
Nunca se pudieron demostrar estas acusaciones, aunque se conservan testimonios de caballeros templarios confesando lo que sus verdugos querían, bajo el poder de tremendas torturas.El Papa Clemente V suprimió la orden en 1.312, después del dictamen emitido por el Concilio de Vienne (1.311). En Aragón, el proceso inquisitorial se saldó con la dispersión de la orden, después de proclamarse su inocencia en un Concilio celebrado en 1.312 en Tarragona; en Valencia los bienes de la orden sirvieron para fundar la Orden de Montesa en 1.317. En Cataluña y Aragón los bienes fueron a parar a los caballeros hospitalarios y en Castilla a la corona.
El propio Jacques de Molay (XXIV Gran Maestre), fue quemado vivo el 19-3-1.314, tras siete años de prisión y tortura, frente al gran monumento gótico Nôtre Dame. Allí se retractó públicamente de cuantas acusaciones se había visto obligado a admitir, proclamó la inocencia de la orden e invitó a los culpables de todo aquello a unirse, en el plazo de un año, al juicio de Dios. Esta maldición se cumplió, el Papa Clemente V , Nogaret y Felipe IV murieron antes de finalizar el año, por causas naturales.
Después de la extinción de la orden, cayó sobre Europa una etapa verdaderamente catastrófica; el continente se sumió en múltiples guerras (período conocido como la Guerra de los Cien Años).
Pero con la muerte de Jacques de Molay no acabó la orden. Los caballeros que huyeron a otros países formaron nuevas órdenes como por ejemplo:
En Portugal la de Cristo
En Finlandia la de San Andrés
En España la Montesa
Hay escritos que señalan que un tal Marc Larmenius, sucedió a Molay en la jefatura de la Orden en Francia.
Muchas son las teorías que circulan entorno a estos misteriosos caballeros, unas dicen que encontraron el Santo Grial, otras que descubrieron el Arca de la Alianza, enterrada en el Templo de Salomón; pero nunca sabremos la verdadera historia.

LOS BANQUEROS DE DIOS

Los "OTROS BANQUEROS DE DIOS" l. Conquista del poder financiero
El Vaticano podría ser cualquier lugar de ensueño, como las películas de Frank Capra que se ven todavía en la televisión y donde todas las historias acaban felizmente, pero no parece ser el film adecuado para el momento actual, a comienzos del siglo veintiuno, con un papa muy cercano a morir, ya que hay prelados en la curia romana que mantienen el temor de que con el Opus Dei el Vaticano pueda terminar como una película de la mafia, teniendo como protagonistas a miembros del Opus Dei y cuyo título podría ser "Las aventuras de la Santa Mafia". Hay que dar un salto atrás, remontándonos en la historia del Opus Dei por lo menos hasta casi sus orígenes, para conocer con detalle el pedigrí financiero, la genealogía financiera completa de los miembros de la Obra secreta de Dios antes de convertirse en los "otros banqueros de Dios" por obra y gracia del grupo de presión ultra, también por el papa Juan Pablo II y porque existe una rara disconformidad dentro de la implícita anuencia vaticana. De los "banqueros de Dios" de nacionalidad italiana, como Michele Sindona y Roberto Calvi, se ha pasado de la mano de un papa a la vez eslavo y polaco a los "otros banqueros de Dios", un equipo de sustitución compuesto de financieros miembros directivos del Opus Dei, la mayoría de nacionalidad española.
Para comprender la escalada en Roma del Opus Dei, cuyos miembros estaban dispuestos a todo para la conquista del Vaticano y convertirse en los "otros banqueros de Dios", hay que remontarse atrás, concretamente a los tiempos en que sucedieron las quiebras con desastre financiero de Michele Sindona y Roberto Calvi, los dos banqueros italianos que fueron considerados los "banqueros de Dios" y terminaron desgraciadamente asesinados, entre otras graves razones, para que no hablasen y por tener estrechas vinculaciones financieras con el Vaticano. No obstante, hubo atascos en la conquista del poder financiero y resultó en definitiva excesivamente lenta para los miembros españoles del Opus Dei en tiempos del papa Pablo VI, entre 1963 y 1978; pero ya se estaba preparando por medio del grupo de presión 'ultra' la sucesión y, al no conocerse bien la cara oculta del Vaticano, quién iba a imaginar en aquellos tiempos, en los últimos años de la dictadura de Franco, que tan sólo unos años más tarde iba a surgir un joven cardenal de la Iglesia católica de cincuenta y ocho años, como candidato polaco a papa de Roma, el cual había sido cultivado con esmero tanto por el grupo de presión 'ultra' como por el Opus Dei. Ya hubo entonces miembros del Opus Dei que insistieron en señalar, como si fueran "señales del cielo", que todo aquello era manifiestamente expresión de "la voluntad de Dios".
Entre tanto, fueron dos miembros del Opus Dei, los llamados "lópeces", López Rodó y López Bravo, quienes ocuparon sucesivamente en España el cargo de ministro de Asuntos Exteriores de los penúltimos gobiernos de la dictadura de Franco. López Rodó, que convivía bajo el mismo techo diariamente en Madrid con el financiero miembro numerario de mayor relieve dentro del Opus Dei, Luis Valls Taberner, ambicionaba la embajada en Portugal tras su salida del gobierno español, pero la "revolución de los claveles" del 25 de abril de 1974 echó por tierra sus planes. Como el ocaso biológico del general Franco se acentuaba, después de haberle propuesto el último gobierno de la dictadura el puesto de embajador en Tokio para mantenerle alejado de España, López Rodó accedió a irse a la embajada de Viena para reforzar la presencia en Austria del Opus Dei, así como animar el dispositivo que mantenía como plataforma de contactos hacia los países del Este europeo.
Desde Madrid y Roma, además de la embajada española en Viena donde se instaló López Rodó como embajador tras su salida del ministerio de Asuntos Exteriores en 1974, el Opus había comenzado a extender su apostólica tela de araña hacia los países que se encontraban entonces "mas allá del telón de acero". En Viena el Opus Dei contaba desde 1970 con la parroquia más vieja y elegante del centro antiguo de la ciudad, aunque sería López Rodó, con su cobertura diplomática como embajador de España, quien llevó la batuta de director en el concierto, ayudado por otros miembros de la Obra secreta de Dios, como el periodista Ricardo Estarriol, que actuaba bajo la cobertura profesional de corresponsal de prensa del diario La Vanguardia de Barcelona. Se trataba de "hacer apostolado en los países del Este" y, para ello, los miembros del Opus Dei afirmaban estar mejor preparados que el resto de las órdenes y congregaciones religiosas de la Iglesia católica. Según ellos, como laicos podían penetrar más fácilmente en ambientes donde los curas clásicos con sotana no llegaban y luego, como razón de mayor peso, presumían de manejar fondos cuantiosos o, al menos, se ofrecieron con resultados alentadores para gestionar los recursos financieros, por ejemplo, de las obras asistenciales germánicas "Adveniat" y "Misereor", que disponían de ingentes medios financieros en Alemania y habían sido constituidas para ayudar al tercer mundo y a jóvenes iglesias católicas repartidas por el mundo, entre las que figuraban las de los países del Este europeo. Con tales objetivos, el Opus Dei inició desde Viena durante los años setenta una ofensiva, por supuesto secreta, hacia los países del Este europeo, preferentemente hacia la católica Polonia, y pronto el Opus Dei se convirtió en el gran limosnero del obispado polaco y uno de los principales financiadores del por entonces sindicato clandestino polaco Solidarnosc, contando para ello con el apoyo financiero de organizaciones católicas alemanas, incluso judías, y hasta del gobierno de los Estados Unidos por medio de la Central Intelligence Agency (CIA), que habían ayudado anteriormente a nutrir económicamente con algunos fondos a la pobre y famélica Iglesia polaca durante los pasados largos años de la "guerra fría".
Pero el "trabajo de campo", como si fueran unos misioneros, no fue lo más fructífero de la operación montada por el Opus Dei, como pronto se pudo advertir, porque la plataforma de contactos hacia otros países del Este europeo, además de Polonia, se reducía a un fichero con direcciones de Budapest, Praga y Bratislava, más un primer intento de implantación en las entonces repúblicas yugoeslavas de Eslovenia y Croacia. La ausencia de resultados prácticos no impidió, sino que, al contrario, favoreció paradójicamente al Opus Dei, que pudo conseguir mayores cotas de influencia en el grupo de presión 'ultra' del Vaticano, especialmente, entre los prelados más acérrimos por su anticomunismo de la curia vaticana. Y, sobre todo, entre los miembros del episcopado de los países del Este que solían transitar por Roma, entre los que se hallaba el cardenal polaco Wojtyla, el cual se quedó maravillado con una actividad basada fundamentalmente en la intransigencia, la coacción y la desvergüenza; porque, como señala la máxima 387 del librito Camino del santo fundador del Opus Dei: "El plano de santidad que nos pide el Señor está determinado por estos tres puntos: la santa intransigencia, la santa coacción y la santa desvergüenza". La intransigencia, por muy santa que sea, es la "condición del que no transige o no se presta a consentir en parte con lo que no se cree justo, razonable o verdadero"; la coacción, por muy santa que sea, es la "fuerza o violencia que se hace a una persona para obligada a que diga o ejecute alguna cosa"; y la desvergüenza, por muy santa que sea, es la "falta de vergüenza, la insolencia o la descarada ostentación de faltas y vicios". El cardenal Wojtyla recibió la ayuda financiera incondicional del Opus Dei, junto con un paquete de ejemplares del librito Camino traducido al polaco, que pasó a utilizar como texto de cabecera, además de una colección de vídeos sobre las catequesis en América del santo fundador del Opus Dei, que le sirvieron luego como inspiración y modelo para sus viajes ya siendo papa. Con la ofensiva al Este y la seducción al Oeste, la Obra secreta de Dios mataba dos pájaros de un tiro, penetrando más profundamente, como era su ambición, en los altos círculos del Vaticano, para lo cual los miembros del Opus Dei contaban con el apoyo incondicionado de los colegas del grupo de presión 'ultra'. La operación, que no tuvo nombre, pero pudo haberse llamado Totus Tuus, desembocó más tarde en la elección del papa del Este, que estaba prendado, entre otras maravillas romanas, del Opus Dei y comenzó a demostrado desde sus primeros días de papado.
Con el cardenal Wojtyla ya elegido papa, los miembros del Opus Dei iban a obtener fácilmente el tan ansiado estatuto jurídico de prelatura y de independencia con respecto al Vaticano para convertirse sobre todo en los "otros banqueros de Dios". Encajando todo ello con el papado ultraconservador de Juan Pablo II en el fin del segundo y comienzos del tercer milenio de la era cristiana. Por parte del Opus Dei, apenas dada a conocer la elección del cardenal polaco como papa de Roma, su presidente Alvaro Portillo hizo público un comunicado de prensa donde agradecía la buena nueva al Espíritu Santo y resaltaba los antiguos lazos de amistad y solidaridad que unían al nuevo papa con la Obra secreta de Dios y con él mismo.
Los miembros del poderoso grupo de presión ultra del Vaticano aplaudieron al Opus Dei, porque se iba a convertir en el espejo en que el papa quería ver reflejadas sus intenciones de renovación y de revisión, tanto apostólicas como financieras, dentro de la Iglesia. También porque, aparentemente modernos en sus formas, pero integristas en sus planteamientos teológicos y morales, los miembros del Opus Dei, así como también los del grupo de presión ultra, eran además fanáticos partidarios de la inalterabilidad de la doctrina. No sólo le importaba al papa polaco, sino que incluso le alegraba la perspectiva de que el poder que ambicionaba el Opus Dei fuera el propio de la Iglesia católica. Aún más, era el poder del Vaticano, como ha señalado un analista, el primer objetivo que el Opus Dei quería conquistar y ya lo intentaba desde su interior. Otro experto en cuestiones vaticanas ha indicado también que era la misma Iglesia católica el organismo sobre el cual el Opus Dei aplicaba el poder real de su organización y la estructura social sobre la cual ejercía su influencia.
El Opus Dei, buscando sobre todo poder y dinero, contaba con dos bazas importantes que podía ofrecer al papa, contando con el apoyo incondicional del propio pontífice, que se mostraba seducido por la actividad "capilar" de sus miembros. La primera baza consistía en una tupida red de informadores repartidos por más de treinta países del mundo católico, cuando las actividades de información ultraconservadora habían vuelto a tener una mayor intensidad en el Vaticano con Juan Pablo II, ya que durante el papado de Pablo VI, su antecesor de hecho, uno de sus hombres de confianza y mano derecha, el cardenal Giovanni Benelli, se había encargado de desmantelar la red de "confidentes" ultraconservadores que efectuaban anteriormente, desde la Segunda Guerra Mundial, tareas de espionaje para el Vaticano.
En segundo lugar, el Opus Dei estaba en condiciones de ofrecer la experiencia de sus miembros en los negocios y su capacidad para actuar "con una técnica más depurada", sin la necesidad de recurrir el Vaticano para la administración de sus finanzas a hombres de paja y testaferros ajenos; por eso los dirigentes del Opus Dei esperaban contar para ello con el estatuto jurídico de prelatura, comparable al de una multinacional religiosa. La Santa Sede católica estaba padeciendo muchas dificultades en el mundo de los negocios, sobre todo después de la quiebra fraudulenta del banquero Sindona y de las repercusiones del caso de asesinato del banquero Calvi, que afectaron entonces gravemente a las finanzas del Vaticano. El gobierno de la Iglesia católica se debatía, a la llegada al poder de Juan Pablo II, con serias dificultades financieras, cuyo control escapaba incluso al papa y al Vaticano. Se contaba, para obtener un saldo positivo en el balance consolidado del mini-Estado papal, con las contribuciones económicas de todas las diócesis del mundo y de las congregaciones y órdenes religiosas, incluyendo también una ayuda financiera, al menos simbólica, por parte del Opus Dei.
Bajo la protección del papa Wojtyla las nuevas formas de organización financiera del Vaticano, junto con las remodelaciones realizadas a finales de los años setenta y el comienzo de los ochenta, se iban a orientar también en un sentido favorable a los intereses del Opus Dei, porque para manipular el tinglado financiero de la Iglesia católica la Obra secreta de Dios necesitaba el estatuto jurídico de prelatura personal, que le fue concedido por el papa Wojtyla lo más rápidamente posible y que demoró casi cuatro años, un récord de velocidad para la burocracia del Vaticano. Sin-embargo, la penetración del Opus Dei en las finanzas del Vaticano no llegó a realizarse exenta de tacha ni de forma impecable. Lo más importante que conviene señalar sobre este aspecto crucial en las actividades ocultas de la Obra secreta de Dios es su dedicación, con mucha atención y esmero, a una gestión torpe e irregular del todavía inmenso capital financiero e inmobiliario del Vaticano a partir del segundo lustro de los años ochenta; aprovechándose el secreto Opus para incrementar de paso su propio patrimonio y ocuparse, con una sisa descomunal, hasta de la alimentación y vestimenta de sus miembros militantes repartidos por más de treinta países del mundo católico.
El Vaticano, que es una bomba financiera aspirante y no expelente, logró contar en los comienzos del papado de Juan Pablo II con un cierto apoyo económico del Opus Dei, que ayudó a cubrir algunos déficits, especialmente con los apostolados de la Iglesia católica en los países del Este europeo. Sin embargo, las finanzas del Opus Dei nunca fueron boyantes y la Obra secreta de Dios no se podía permitir el lujo de financiar apostolados exteriores deficitarios de forma continuada. Durante el largo papado de Juan Pablo II el resultado previsible ha sido el abandono lento y paulatino, por parte del Opus Dei, de los nuevos apostolados en los países del Este propuestos por el Vaticano, concentrando la mayoría de esfuerzos de sus miembros en los países occidentales, donde existe una cultura católica, además de estabilidad y solvencia económicas. La razón última, sin embargo, era que el Opus Dei estaba condenado a ello por su lento, inevitable y creciente debilitamiento interno, decadencia agravada en los últimos tiempos, porque el meollo del problema para el Opus Dei reside en que abundan frecuentísimamente los despidos y abandonos, faltando militantes verdaderamente formados y no jóvenes en edad escolar incapaces de militar como miembros en la tan pretendida elite intelectual católica, la imagen que desde su fundación no ha logrado ofrecer aún el Opus Dei.
Los "OTROS BANQUEROS DE DIOS" -- Fiduciarios del Vaticano
Tanto el Vaticano como las órdenes y congregaciones religiosas de la Iglesia católica tienden a asegurar sus inversiones a través de los puestos que ocupan hombres de su confianza y que representan sus intereses en los consejos de administración de bancos y sociedades anónimas. Existe, en este aspecto, una técnica muy depurada en cuanto a la transmisión de capital, que tiene como resultado una herencia mucho más automática que la de padres a hijos. Pero esta técnica de utilizar hombres de paja, o testaferros, es decir, los que prestan su nombre en contratos o negocios, presenta también grandes inconvenientes y por ello, en el mundo de los negocios, el Vaticano ha padecido graves dificultades financieras, así como también órdenes religiosas católicas, entre ellas la Compañía de Jesús. Basta con señalar la crisis financiera sufrida por el Vaticano, que fue protagonizada por los "banqueros de Dios" y fue consecuencia directa de la quiebra fraudulenta del banquero italiano Michele Sindona y de las circunstancias escandalosas que tuvieron mucha resonancia financiera, con desaparición y asesinato de otro banquero italiano, Roberto Calvi.
Dentro de las finanzas eclesiásticas, las del Opus Dei representan un caso especial y no por ello menos interesante, por ser algunos de sus miembros los "otros banqueros de Dios". Para comprender el mecanismo financiero y la riqueza de la que hace gala y ostentación el Opus Dei, nada más fácil que remitirse a las constituciones internas que siguen vigentes, porque son "su cimiento"y deben tenerse, según el artículo 172, por "santas, inviolables y perpetuas". El artículo 176 señala también que "contra las constituciones no podrán nunca prevalecer ni costumbre alguna ni ningún desuso".
Según el artículo 161, por la fuerza del voto de pobreza los miembros del Opus Dei, numerarios y agregados, "renuncian, en primer lugar, a la facultad de disponer lícitamente de cualquier bien temporal, valorable en precio, sin licencia legítima de los superiores; y en segundo lugar, a la facultad de adquirir para sí bienes, cualesquiera que sean, de los que adquieren por su propia industria y trabajo o que, según la organización, se les entregan o vienen a sus manos". También, según el artículo 253, "para mejor adquirir el espíritu de pobreza, cada mes los socios han de rendir al director del centro o residencia cuentas de lo recibido y de lo gastado, a no ser que a dicho director le parezca más conveniente de otro modo".
Por otra parte, según el artículo 367, la propiedad en el Opus Dei "es siempre subordinada. El presidente general, por tanto, tiene derecho, según las circunstancias de los asuntos se lo aconsejen y observándose el artículo número 358, 5.0, a transferir de centro a centro o de región a región los bienes propios de uno o de una de ellos". Así, "tanto los bienes inmuebles como los muebles son gestionados por el administrador general, bajo la dirección y la inspección del padre y del consejo. Será de su incumbencia definir, de acuerdo con el padre con voto deliberativo del consejo, qué gastos pueden hacer los administradores inferiores, según las circunstancias y las condiciones de los asuntos lo pidan, y ejercer sobre ellos vigilancia".
Todo está minuciosamente reglamentado y contabilizado dentro del Opus Dei, como lo demuestra el artículo 377. Según este artículo, "el dinero, los títulos y los valores de género semejante han de depositarse en bancos o en la caja de caudales general, que se cerrará con doble llave, de las cuales una la retendrá en su poder el padre y otra el administrador. Igualmente los instrumentos acreditativos de aquellas sumas que están depositadas en los bancos, así como también los contratos y los documentos de otros créditos y obligaciones, han de ser guardados cuidadosamente por el padre y por el administrador general."
Las constituciones distinguen entre bienes eclesiásticos, inscritos a nombre del Opus Dei, y otros denominados bienes profanos, que no están inscritos y sin embargo están sujetos, según el artículo 372, a su potestad y dirección. No obstante, con las aportaciones individuales y el voto de pobreza de sus miembros, el Opus Dei nunca hubiera logrado sufragar los gastos de sus "obras del apostolado". Es decir, que para ayudarse financieramente existen en el Opus Dei las llamadas sociedades auxiliares, descritas en el artículo 9 de las constituciones: "Los socios del Opus Dei actúan ya individualmente, ya por medio de asociaciones que pueden ser bien culturales o artísticas, financieras, etc., y que se llaman sociedades auxiliares. Estas sociedades están igualmente, en su actividad, sujetas a obediencia a la autoridad jerárquica". El artículo 388, parágrafo 7, precisa este control ejercido por el Opus Dei como organización: "Corresponde al consiliario con voto consultivo de la comisión [...] designar los directores de las diversas sociedades auxiliares y de las diversas obras comunes de la región, entre miembros que sean por lo menos inscritos, respetándose el artículo 297". y el artículo 297 precisa todavía más dicho control: "Nadie puede ser promovido a un cargo de gobierno, ni aun local, si no interviene consentimiento expreso del presidente general. Sin embargo, el presidente, antes de conceder su venia, ha de procurarse cuidadosas y ciertas informaciones. Y si el presidente se niega a dar su consentimiento, debe, como máximo, explicar las causas de esta decisión al vicepresidente, si lo hay, o al secretario general".
Queda claro, por tanto, el alcance y control que ejerce el Opus Dei en todas y cada una de las sociedades auxiliares que componen su patrimonio. Por eso, cuando se afirma que una sociedad anónima está controlada por el Opus Dei significa que como sociedad auxiliar la totalidad o la mayoría de las acciones de la citada sociedad anónima se encuentran en manos de miembros del Opus Dei. Aunque también conviene señalar la salvedad reconocida en el artículo 373, que deja una puerta de escape abierta para preservar a la organización de los posibles errores cometidos por sus miembros y libera en todos los casos de cualquier responsabilidad a la organización. El artículo 373 determina que, si quien contrata es la administración general, la administración regional o la administración local, es el Opus Dei quien responde, pero si el que contrata es un miembro es él quien responde, a no ser que realizase un negocio por mandato de sus superiores. En este caso, bastaría el silencio del superior para tener que responsabilizarse de forma obligada el miembro del Opus Dei.
Según el artículo 372, parágrafo 3, "en cuanto a la realización de gastos o contratación de obligaciones por parte de las sociedades auxiliares, deben guardarse las prescripciones que, asimismo según los tiempos lo demanden, sean determinadas por el padre con el voto deliberativo del consejo general". El voto deliberativo es un voto consultivo y la decisión depende siempre del presidente y a la vez padre del Opus Dei. El consejo puede considerar atenta y detenidamente el pro y el contra de los motivos de la decisión, pero el poder es absoluto y todo depende del presidente dentro del Opus Dei. Por último, el administrador general debe visitar a las administraciones inferiores, inspeccionando también las sociedades auxiliares, según el artículo 375 de las constituciones. El administrador regional, así como la procuradora en la sección femenina, tienen cometidos parecidos a sus respectivos niveles, en orden a conseguir "un conocimiento perfecto" de la situación general de la administración del Opus Dei.
Según un dictamen elaborado por juristas españoles experimentados que prefirieron guardar el anonimato por temor a las represalias políticas en los tiempos en que fue redactado, aparece clara la técnica de utilización de los miembros del Opus Dei como hombres de paja o testaferros de la organización. El dictamen en sus conclusiones señala el carácter fiduciario de las finanzas del Opus Dei, donde el titular fiduciario no es jamás independiente, sino que está dominado por el titular real, que en este caso es el Opus Dei, lo cual derriba la tesis de la independencia de los miembros del Opus en el terreno económico.
Según el dictamen, la totalidad de la actuación institucional del Opus Dei se realiza a través de una serie de formas y actos jurídicos que, en la práctica, nunca aparecen a nombre del Opus Dei, sino a nombre de miembros individuales. Esto vale tanto para los contratos de arrendamiento de locales para casas y residencias del Opus Dei, como para las sociedades mercantiles con actuación especializada en la educación, o las sociedades mercantiles con actuación exterior, como puede ser la banca y otros sectores; así como también para los títulos de propiedad de toda clase de bienes. Los contratos de arrendamiento nunca están firmados a nombre del Opus Dei, sino a nombre personal de algunos de los residentes. Las acciones de las sociedades también figuran a nombre de miembros individuales, los cuales ocupan, formalmente a nombre propio y no como representantes de nadie, los cargos de dirección de dichas sociedades. Igual sucede con la titularidad de bienes inmuebles, etcétera. Pues bien: es una evidencia que esos titulares formales no son los titulares de los arrendamientos ni de las acciones y cargos directivos de las sociedades ni de los bienes, sino meros titulares aparentes o "fiduciarios", esto es, titulares "por cuenta de un titular real" que no aparece al exterior, aunque conserva su poder efectivo por medio de pactos interiores con el fiduciario. Para evitar problemas, el pacto más importante en la práctica es siempre un dispositivo, para precaverse de cualquier rebelión por el fiduciario, de un "vendí" firmado por las acciones sin fecha, que se puede negociar con plenos efectos en cualquier momento.
El carácter de fiduciarios de estos titulares se justifica fácilmente con sólo observar que la mayor parte de ellos carecen totalmente de posición económica propia, capaz de explicar los paquetes de acciones o los bienes a su nombre. Es de notar además que, como es común en la política de grupos económicos, en los consejos de administración de las sociedades del Opus Dei se repiten con mucha frecuencia los mismos nombres, hasta constituir un verdadero grupo de la oligarquía financiera en España, que sería absolutamente inexplicable por razones económicas de fondo, fuera de la tesis de las titularidades fiduciarias. Por otra parte, un análisis sumario del comportamiento de las sociedades del Opus Dei corrobora que en ellas domina un efectivo y único titular real, por encima de la pluralidad de titulares aparentes. Esto confirma definitivamente la tesis del carácter fiduciario de estas titularidades. En virtud de esta tesis, que es elemental en términos jurídicos para cualquier jurista experimentado, puede contradecirse la tesis oficial del Opus Dei de que las sociedades de la Obra no son tales, sino de miembros de la misma qua actúan con independencia. El titular fiduciario no es jamás independiente, sino que está dominado por el titular real, por cuenta del cual, aunque ocultamente, actúa y del cual es un simple instrumento.
Para colmo, al convertirse en los "otros banqueros de Dios" por la protección especialísima del grupo de presión 'ultra' y del papa Juan Pablo II, los financieros miembros del Opus Dei han rizado el rizo por ser doblemente fiducidiarios, de la Obra secreta de Dios y del Vaticano.

ENDORFINAS

ENDORFINAS
La droga de la felicidad




PRÓLOGO
En la década de los setenta, uno de nuestros astrónomos más prestigiosos, el profesor Charles Kowac realizó un descubrimiento que si bien no tendría excesivas repercusiones en la historia de la astronomía, sí revolucionaría una disciplina cada vez más considerada por los científicos como es la astrología. Se trataba del descubrimiento del planeta Quirón. Asociado a la palma de la mano, kiros en griego, y al arte de curar, el legendario centauro, maestro de Esculapio y de Aquiles, es uno de los personajes más curiosos de la mitología griega.
Los astrólogos adjudicaron a Quirón un símbolo sumamente interesante: la llave; asociado a las situaciones dolorosas, a los “cul de sac”. Quirón venía sin embargo con una enseñanza precisa que no ha escapado a los practicantes de la astrología: allí donde creemos estar ante un muro infranqueable se halla la salida. Nuestras más sombrías adversidades son nuestras mejores ocasiones o, dicho de otro modo, nuestro peor enemigo puede convertirse en nuestro mejor aliado si sabemos darle la vuelta.
Si hemos recurrido a Quirón en la presentación de este libro, es porque el símbolo de la llave que le representa resulta harto elocuente a la hora de hablar de endorfinas, y no sólo porque éstas funcionan como una llave que colocada en la cerradura adecuada es capaz de abrir o de cerrar una puerta, sino también porque metafóricamente son la llave o, si lo preferimos, la clave que nos aclarará muchos puntos oscuros del ser humano y de su alma.
Cuestiones como la ética, la felicidad, la autosatisfacción o la sensibilidad estética tienen una nueva lectura a partir del descubrimiento de las encefalinas de las cuales forman parte las endorfínas. Como veremos, la felicidad no es algo vago e impreciso, una sensación nebulosa e inconcreta, sino el efecto de un flujo correcto de endorfinas en nuestro interior.
Como también veremos, una de las técnicas más eficaces a la hora de estimular la secreción de endorfinas resulta ser precisamente el masaje. Por otra parte, como se ha podido observar en un buen número de hospitales, la capacidad de recuperación de los enfermos está relacionada con las endorfinas. Y tanto el masaje como la capacidad de recuperación están regidos, al decir de los astrólogos, por el planeta Quirón. Pero no nos adelantemos...
La ciencia moderna nos explica que nuestro organismo produce una gran cantidad de compuestos bioquímicos de vital importancia para el equilibrio físico y psíquico del ser humano.
Entre los descubrimientos científicos más apasionantes en este campo ocupan un lugar de excepción las encefalinas. Estas son sustancias naturales sintetizadas por el organismo humano que, entre otras cosas, alivian el dolor como sólo lo pueden hacer drogas de la familia de la morfina. Sin embargo, varias encefalinas son cientos de veces más potentes que la morfina y, lo que es más importante, no tienen los efectos secundarios de ésta.
Las endorfinas fueron descubiertas por John Hughes y sus colegas de la Unit for Research on Addictive Drugs de Aberdeen.
Las endorfínas, de la familia de las encefalinas, son precisamente, como su nombre indica, morfinas endógenas: un grupo de péptidos de cadena corta con propiedades farmacológicas semejantes a la morfina, aunque de estructura más compleja. Están distribuidas amplia pero desigualmente en el sistema nervioso en estrecha relación con los receptores opiáceos.
Las endorfinas juegan un importante papel neuro-transmisor en el sistema nervioso central. Se ha comprobado su extraordinaria capacidad para despolarizar las membranas celulares lo cual disminuye el impulso nervioso. Pero las encefalinas no están sólo presentes en nuestros intercambios eléctrico-nerviosos; a lo largo de las páginas que siguen veremos cómo las endorfinas están también presentes en nuestras elecciones, buenas o malas, y en numerosos aspectos de nuestro comportamiento. Lo que los usos y la tradición han ido elaborando como «moral» muchas veces no es más que «biológico». Nuestros estados de ánimo, nuestras fobias y nuestras manías, nuestros caprichos y preferencias están estrechamente ligados con el equilibrio y el flujo de las endorfinas. Muchos de los presuntos efectos de la «magia» que nuestros ancestros parecían dominar mucho mejor que los magos actuales se deben sencillamente a que actuaban sobre las endorfinas.
En este libro, que no aspira a ser más que una introducción al tema que pueda ser leída por todos los públicos, veremos cómo actúan las endorfinas y qué hace que nuestro cuerpo las sintetice y en qué condiciones. Intentaremos que sea un libro fácil de leer y huiremos de los términos científicos por lo general desconocidos para el profano. Un sencillo ejemplo nos servirá para que cualquier lector entienda enseguida qué son las endorfinas y cómo actúan. Cuando Vd. se da un golpe, muchas veces siente algo de dolor en el momento mismo, pero al cabo de segundos, depende de lo fuerte que haya sido, el dolor desaparece: su cuerpo ha reaccionado al dolor sintetizando las endorfinas necesarias para atenuarlo. Pero vayamos más a fondo, si Vd. tiene, por ejemplo un dolor de muelas o un dolor muscular que hace algún tiempo que dura y se da un golpe cuyo dolor es más fuerte, es posible que espontáneamente «desaparezca» el dolor anterior: el golpe le ha hecho crear unas substancias llamadas endorfinas que se lo han aliviado. De todos modos, y esto es algo que sólo algunas personas hipersensibles habrán experimentado, simplemente cuando se nos roza creamos endorfinas. Si no fuera así el más mínimo roce nos haría rabiar de dolor. Recordemos a este respecto los miembros de la familia Usher del famoso cuento de Edgar A. Poe. La explicación radica, como veremos, en que el consumo exagerado del alcohol produce una mengua de endorfinas; no olvidemos que el genial Poe era alcohólico y acabó sus días en un espantoso delirium tremens,
También veremos que las endorfinas están estrechamente ligadas a los mecanismos de defensa. Ello posibilita que prácticas como el masaje o las caricias, que tan placenteras nos resultan, contribuyan en gran manera a aliviar e incluso a curar muchas enfermedades. No nos está curando el masaje, que al fin y al cabo el algo externo, sino nuestras propias endorfinas. Porque cada vez que experimentamos placer están en juego las endorfinas. Aquellos instantes felices que todos hemos experimentado y que muchas veces recordamos como algo muy especial correspondían biológicamente a momentos en que nuestro cuerpo las estaba sintetizando.
Una mañana nos despertamos particularmente felices: el sol brilla con fuerza en el cielo, los pajarillos cantan al otro lado de la ventana, sentimos un sano apetito y nos apresuramos a duchamos antes de devorar un suculento desayuno. En el fondo es un día como todos los demás, pero nosotros estamos especialmente bien, sorprendentemente bien, como si nos hubieran inyectado una droga que nos hace felices. ¿Qué ocurre? Por una razón u otra que se nos escapa y que a lo mejor pertenece a nuestra vida onírica, nuestro organismo ha fabricado más endorfinas de lo normal y la presencia de éstas hace que nos sintamos eufóricos y felices.
Freud hablaba de un «sentimiento oceánico», los yoguis hindús de una consciencia cósmica, poco importa qué término utilicemos para designarlo. Existe un estado de felicidad serena, rayano a la beatitud, en el cual una maravillosa sensación de alegría parece subir por nuestra espalda y sumergimos en un gozo suave y delicado. Vibramos entonces con la Vida, sentimos que formamos parte de un todo, que estamos conectados con este todo. Es más, sentimos que todos somos uno, que el prójimo no es distinto de uno mismo y que por esta razón tan sencilla debemos amarle: nos estamos amando a nosotros mismos. Nuestra mente se encuentra inundada por una misteriosa sensación de felicidad y de plenitud: estamos eufóricos. A veces, esta sensación de felicidad es furtiva, pasaje ra, transitoria. Dura unos segundos, o a lo mejor unos minutos. Son las endorfinas, y con las endorfinas ocurre lo mismo que con el espíritu: nadie sabe ni cuándo ni dónde sopla.
Si Vd. es una persona sensible, a lo mejor ha experimentado, aunque sea fugazmente, este estado del que hablamos mientras escuchaba música o durante la lectura de un poema. Pero a lo mejor es un hombre de acción, un deportista, un luchador; entonces su cuerpo le gratificará segregando endorfinas cuando aprieta a fondo el acelerador de su automóvil y adelanta a alguien en la autopista, o cuando logra batir un record. Si se trata de una persona caprichosa, el conseguir aquello que quería o el recibir un regalo de la persona querida serán quienes activen su sistema de secreción de endorfinas.
A través de complejas pero precisas prioridades bioquímicas aparecen en nosotros nuestros deseos, nuestros caprichos, nuestras motivaciones. Los conflictos que vivimos, los desafíos ante los cuales nos hallamos y a los que de un modo u otro respondemos tienen su traducción en términos de bioquímica. Por regla general buscamos o deseamos febrilmente objetos exteriores que, al menos inconscientemente, creemos nos van a aportar felicidad, tenemos manías totalmente irracionales, debilidades de carácter o caprichos inauditos; todo ello es, mal nos pese, pura química o, si lo preferimos, puede traducirse en nuestro interior en sencillos términos de bioquímica.
Las llamadas «Medicinas Suaves» o «Medicinas Dulces», las más de las veces, apuntan a activar la segregación de endorfinas en nuestro cuerpo. Estas no sólo alivian el dolor sino que colocan al organismo entero en una situación de relajamiento en que la energía, el Ki delos acupuntores, puede actuar libremente e, incluso, curar la enfermedad.
Pero, ¿qué son exactamente las endorfinas? Las endorfinas son substancias bioquímicas analgésicas segregadas por el cerebro que desempeñan un papel esencial en el equilibrio entre el tono vital y la depresión. De ellas depende que nos encontremos bien o que nos encontremos mal.
Descubiertas hace aproximadamente 20 años, las endorfinas han servido para que la ciencia occidental reconsiderara algunas posiciones sobre las medicinas orientales y suaves, evidenciando algo que estas últimas siempre han tenido muy en cuenta: la relación cuerpo-mente.
Las endorfinas no están sólo presentes en el cuerpo humano, podemos encontrarlas incluso en animales unicelulares. En animales más desarrollados, forman uno de los pilares más importantes del instinto y de las emociones.
Las endorfinas transmiten información en las sinapsis o conexiones de las células nerviosas, actúan como verdaderos mensajeros bioquímicos que aumentan o disminuyen la capacidad de comunicación de las células nerviosas. Las células tienen en sus paredes unos receptores destinados a combinarse con las distintas substancias que circulan por el cuerpo. Son, en cierto modo, como «cerraduras» que necesitan de una «llave» que entre perfectamente en ellas para poder «abrir» una función determinada.
Tenemos, a lo largo de todo el cuerpo, «cerraduras» para endorfinas que llamamos «receptores de endorfinas»: estos se encuentran, por ejemplo, en el corazón, la piel, el cerebro, el páncreas, los ríñones, etcétera.
Como Quirón, el centauro de la curación, las endorfinas están representadas por la llave. En el transcurso de alguna cena o de alguna reunión de amigos todos hemos presenciado cómo alguien aliviaba o incluso hacía desaparecer un dolor de cabeza poniéndole simplemente las manos encima y tocando algunos puntos de acupuntura.
Las migrañas y los dolores de cabeza corresponden, según estudios realizados por neurólogos de los Estados Unidos, a una disminución de endorfínas. Por esta razón, para muchas personas, un simple disgusto puede ser el causante de un fuerte dolor de cabeza. Del mismo modo, la sensación de placer que puede producir una simple imposición de manos es capaz de estimular la circulación de endorfínas.
Asimismo, según el doctor Charles Denko, el nivel de endorfinas también es particularmente bajo, tanto en sangre como en el líquido articular en enfermos que padecen artritis reumática, ostoartritis y gota. En varios países de Europa son conocidos cierto tipo de curanderos llamados magnétiseurs, magnetizadores, que con simplemente imponer sus manos logran aliviar el reuma y la artritis.
Podríamos decir, para entendernos, que las endorfínas son agentes bioeléctricos transmisores de la energía vital. Su flujo procede del cerebro que las crea y dirige. Se trataría de la misma energía que utilizan los magnetizadores en sus sorprendentes curaciones. Si hasta la fecha han sido condenados por la ciencia o se ha tenido un cierto recelo para con ellos, a la luz de las endorfinas el suyo es un tema a reconsiderar. Como veremos en el capítulo siguiente, las endorfínas actúan como neuromoduladores, despolarizando parcialmente las membranas celulares. Esta despolarización, que actúa sobre los impulsos nerviosos transmitidos, es la que bloqueando el dolor produce la sensación de alivio y de bienestar.
Desde la más remota antigüedad las madres saben por instinto que pueden calmar el dolor de sus hijos con caricias y cariños, y lo más sorprendente es que funciona. Ello se debe a esa maravillosa droga o, mejor dicho, antidroga, que son las endorfínas.
El objetivo principal de este libro es facilitar un mínimo de información para descubrir qué son las endorfínas, y para activarlas en nosotros con el fin de lograr una vida más plena y feliz.

ENDORFINAS Y ENCEFALINAS
Una de las preocupaciones esenciales de los profesionales de la salud ha sido siempre el averiguar cómo solucionar el dolor. Se trata de algo lógico y razonable, pues las más de las veces los pacientes se quejan precisamente de lo insoportable de las diversas dolencias que pueden padecer. El dolor y los problemas asociados con su eliminación o disminución ha interesado desde antiguo no sólo a médicos y sanadores, sino también a magos, brujas y sacerdotes. Algo parece haber en él que le confiere un sentido casi religioso: flagelaciones, expiación de los pecados a través del dolor, etc...
Desde la más remota antigüedad se han utilizado toda suerte de métodos para combatir el dolor, desde el supersticioso amuleto hasta los principios activos contenidos en raíces y plantas medicinales. También se ha recurrido a los hongos, al fuego, al agua o a la arcilla. Sin embargo, desde su descubrimiento, el empleo de alcaloides y, más concretamente de los derivados del opio, se han llevado la palma en cuanto a efectividad, pero pronto se observó que el consumo de este tipo de productos conllevaba dos problemas graves: la adicción y los efectos secundarios. Con todo, en la actualidad los derivados del opio siguen siendo las drogas más efectivas a la hora de combatir el dolor.
De un modo paralelo a la utilización de los diversos alcaloides y derivados opiáceos, la ciencia ha desarrollado un gran esfuerzo en el estudio del funcionamiento y los mecanismos de acción a nivel molecular de estos productos narcóticos. Pronto se dedujo del hecho de que algunos de los alcaloides existentes en plantas equivalgan funcionalmente y sean capaces de sustituir moléculas propias de tejidos animales, que sería conveniente buscar en dichos tejidos cuáles eran las moléculas que correspondían a la morfina o a sus derivados opiáceos. Así se ha descubierto que existe una correspondencia entre la Muscarina (vegetal) y la Acetilcolina (animal), la Efedrina (vegetal) y la Noradrenalina (animal) y la Morfina (vegetal) y los Péptidos opiáceos (animales).
Dada la extrema complejidad del sistema nervioso central, es evidente que el establecimiento de estas correspondencias ha necesitado años de trabajo y ha debido superar un gran número de dificultades. Fue en 1972 cuando Akil descubrió que estimulando eléctricamente el periacueducto gris del cerebro se producía un efecto analgésico en el animal sujeto a experimentación. Este efecto analgésico era antagonizado con Naxolona, un antagonista típico de la Morfina. Este descubrimiento vino a confirmar la existencia ya intuida de un producto o productos de características semejantes a las de los opiáceos sintetizado por el organismo animal. Por decirlo de algún modo, se confirmó que existía una morfina interna, de autosíntesis, capaz de actuar sobre el organismo que la había sintetizado. Sin embargo cuando se avanzó realmente en el tema fue en 1975 cuando John Hugues logró aislar del cerebro de cerdo dos pentapéptidos que poseían prácticamente la misma actividad opiácea que la morfina a los que denominó Leucin-Encefalina y Metionin-Encefalina. Se creyó al principio que las encefalinas iban a poder substituir rápidamente al opio y a sus derivados, pero pronto se descubrió que su tiempo de actuación era muchísimo menor que el de los opiáceos clásicos, lo cual descartaba la posibilidad de ser utilizadas con fines clínicos. Con todo, las endorfinas son algo más que analgésicos: un sistema químico definido que actúa dentro de toda la estructura cerebral.
Uno de los aspectos que más interés ha suscitado desde el descubrimiento de las encefalinas ha sido el estudio de sus mecanismos de actuación. Al parecer éstas actúan como neuromoduladores, modificando la transmisión de la información de una célula nerviosa a otra a nivel de las sinapsis.
En las membranas celulares existen unos receptores específicos en los que se fijan las encefalinas como si se tratara de una cerradura en la que introducimos una llave. Al fijarse en estos receptáculos, despolarizan parcialmente las membranas celulares con lo cual el impulso nervioso transmitido, que es proporcional a la polarización de la membrana, sufre una disminución.
Estos receptores a los que hacíamos referencia son de diversos tipos, como si estuvieran adaptados a los diversos tipos de opiáceos. Asimismo, están distribuidos de un modo desigual en los diferentes órganos del cuerpo humano.

LAS ENDORFINAS Y LA CURACION
Uno de los temas más discutidos en el campo de la medicina moderna es el de la curación. ¿Quién cura realmente, el cuerpo o el medicamento administrado por el médico? La respuesta a esta pregunta varía según las escuelas y según los médicos. Sería iluso creer que nuestro organismo es capaz de curar por sí solo todas las enfermedades; equivaldría a decir que, al menos potencialmente, somos inmortales. Por otra parte, resulta altamente pretencioso imaginar que nuestra medicina es capaz de curarlo todo, y, sobre todo, que sólo ella cura.
Sin duda la respuesta se halla, como casi siempre, a medio camino. Es nuestro cuerpo el que nos cura al sintetizar las substancias necesarias, pero en muchas ocasiones un agente externo puede ayudar a que lo haga. Si somos un poco amplios de miras, comprenderemos que este agente externo tanto puede ser un medicamento alopático como uno homeopático o una planta medicinal. Los diversos sistemas médicos son, todos ellos, muy efectivos, pero a menudo el que falla es el médico en su diagnóstico. No es siempre resulta fácil detectar con precisión cuál es la enfermedad que causa los síntomas que hemos podido apreciar cuando las más de las veces en un organismo enfermo coinciden varias enfermedades al mismo tiempo.
Con todo, cada día adquiere más vigencia el viejo proverbio chino que afirma que «matar al ladrón no cierra la puerta». Dicho de otro modo, un gran número de especialistas opinan que más que dedicarse desaforadamente a matar microbios y virus, lo ideal es llegar a mantener el sistema defensivo del organismo en un estado óptimo. El concepto de salud cada día tiene menos que ver con una guerra sin cuartel contra los microbios y los gérmenes nocivos y mucho con el concepto de inmunidad.
Los primeros investigadores que estudiaron el tema de las endorfinas ya se dieron cuenta de que existía una íntima relación entre éstas y el sistema inmunitario. Esta característica, que al principio no se valoró excesivamente, ha adquirido, desde la aparición del SIDA, una gran vigencia. ¿Podría hallarse en las endorfinas la solución a esta plaga del siglo xx? Es difícil responder tanto afirmativa como negativamente a esta pregunta en el estado actual de nuestros conocimientos, pero es innegable que cualquier tipo de tratamiento se verá favorecido si nuestro cuerpo es capaz de fabricar endorfinas con normalidad.
Para ver qué relación hay entre las endorfinas y nuestro sistema inmunitario, recordemos que el más importante flujo de hormonas segregadas en nuestro cuerpo procede del hipotálamo. Esta corriente hormonal irriga la glándula pituitaria en la que estimula la producción de numerosas hormonas que luego se dirigirán a los diferentes puntos de nuestro organismo por medio del sistema circulatorio. Se trata de un proceso continuo, imprescindible para el mantenimiento de la salud. Estudiando este proceso, el doctor Choh Hao LÍ, de la Universidad de California, detectó que estaba íntimamente relacionado con una endorfina, sin duda la más conocida, la llamada Endorfina-Beta. A raíz de este descubrimiento, el doctor Li realizó otros de igual o mayor importancia como el de la hormona adrenocorticotrópica o ACTH. Esta última es una hormona de la familia de las endorfinas que, desbloqueando signos inmunitarios permanentes, contribuye sobremanera al mantenimiento de la salud. Esta hormona inmunitaria se produce en las situaciones de stress. Es la causante de que en situaciones límite podamos reaccionar como no lo haríamos normalmente.
La inmunidad general, o sea el conjunto de las defensas del organismo, se beneficia del flujo correcto de endorfinas.
El sistema inmunitario sirve para combatir todo tipo de infecciones, desde las simples gripes hasta las enfermedades venéreas o el SIDA. También juega un papel importante en la lucha contra el cáncer, incluso antes de que éste se manifieste. Todos tenemos en nuestro cuerpo un elevado número de células potencialmente cancerígenas que nuestra sistema inmunitario se encarga de vigilar y eliminar. Cuando este último empieza a fallar, estas células reaccionan con virulencia y provocan la aparición de la enfermedad. Así, cuando nuestro sistema inmunitario no responde correctamente y no puede defendernos de los ataques malignos, aparecen las enfermedades que potencialmente ya estaban en nosotros. De hecho no es tanto el virus el culpable de la enfermedad como nuestra incapacidad para defendernos de él.
Aunque no se pueda decir que inmunidad = endorfinas, ambas están muy conectadas. Por esta razón se pueden producir los efectos de estos en el paciente. Un simple comprimido de azúcar o una inyección de suero pueden bastar para producir el efecto deseado.
Durante muchos años, el aparato médico no ha tenido muy en cuenta el efecto placebo, pero actualmente ha de rendirse ante la evidencia. No se trata, como se creía, de algo meramente psicológico, sino de un efecto real y comprobado por miles de médicos en centenas de hospitales y clínicas. Que una simple aspirina pudiera calmar dolores en los que la morfina ya no era eficaz, no depende obviamente de la aspirina, sino de algo que se halla en el interior del enfermo.
Lo primero que se dijo es que se trataba de autosugestión o de algún tipo de perturbación psicológica debida al dolor que el paciente había tenido que soportar. Pero con todo, este extraño fenómeno resultaba desconcertante; sin embargo, a raíz del descubrimiento de las endorf-nas, veremos cómo el efecto placebo puede entenderse mejor.
El Dr. J. Levine, en un artículo que apareció en The Lancet titulado «El mecanismo de la analgesia por placebo» publicó los resultados de sus investigaciones de la relación de las endorfinas y el efecto placebo. El Dr. Levine utilizó en su experimento pacientes que sufrían dolores de muelas especialmente rabiosos. Dividió a estas personas en dos grupos y proporcionó a uno de ellos placebo con el fin de calmar sus dolores. Este alivió considerablemente los dolores de los pacientes. Sin embargo, al serles suministrada naxolona, un antagonista típico de la morfina, el efecto del placebo desapareció y los pacientes volvieron a tener dolor de muelas. Así pudo demostrarse que el efecto placebo no era una cuestión psicológica, sino que de un modo u otro el cerebro del paciente había segregado alguna sustancia de características semejantes a la morfina.
También se hizo el experimento contrario: antes de suministrar el placebo, se inyectó naxolona a los enfermos, y se vio que el placebo no surtía ningún efecto. Es lícito preguntarnos qué hace que tenga lugar el efecto placebo y qué rol desempeñan las endorfinas en él. Se ha visto, a través de la práctica, que existe una estrecha relación entre el efecto placebo y la confianza que tiene el enfermo tanto en el médico como en la medicación. Esta confianza tiene, obviamente, que ver con la memoria. Es, en última instancia, una cuestión psicológica, pero no por ello deja de ser real. Sin duda se trata de algo muy complejo e individualizado, pero lo que sí es evidente es que las endorfinas desempeñan un papel esencial en el efecto placebo. Se ha comprobado, además, que los placebos amargos suelen surtir mejor efecto que otros; ello se debe sin duda a la creencia de que si tiene mal gusto es que cura: sabe a medicina.
Cuando un paciente está convencido de que una medicina le sentará bien, probablemente será así, aunque desde el punto de vista farmacológico parezca aberrante. Esta es la razón de que inocuos comprimidos de azúcar, suero vital o agua coloreada suministrados por el médico para satisfacer al paciente tengan con frecuencia un éxito inexplicable. Hoy en día es un hecho demostrado que al menos el 35% de los cancerosos se alivian con placebos.

La curación por la fe
No hace falta ir a Lourdes para oir hablar de curaciones por la fe. En Francia existe un movimiento en el que participan miles de personas que se dedican a curar a sus semejantes a través de la fe. Los pacientes son personas que, desengañadas de la medicina oficial o abandonadas por ésta, se han dirigido expresamente a este movimiento animado por Maggie Lebrun. Se han contabilizado miles de casos de curaciones, muchas de ellas totalmente milagrosas. El libro de la Sra. Lebrun Médicos del Cielo, Médicos de la Tierra ha resultado ser un verdadero best-seller del que se han vendido cerca de 150.000 ejemplares.
Las llamadas curaciones por la fe son, las más de las veces, curaciones psicosomáticas. Muy a menudo el sanador se limita a inspirar la fe necesaria. Es sabido que los estados emocionales modifican la producción de hormonas e incluso los campos eléctricos. Los casos de curaciones por la fe se caracterizan precisamente por estados emocionales fuera de lo normal. Sin duda en muchas de estas curaciones lo que realmente ocurre es que el cerebro segrega más endorfinas de lo habitual, y el organismo entero reacciona como ante una situación de emergencia.
Brujos y mártires
La historia nos ha dejado el relato de brujos y brujas que fueron quemados en la hoguera y que no se quejaron de dolor alguno. Asimismo, la hagiografía nos recuerda casos de mártires que tampoco parecían sentir ningún dolor al ser arrojados a los leones. Para muchos autores estos aparentes milagros se explicarían de nuevo por la autosugestión, pero parece que lo que realmente ocurrió no fue exactamente un fenómeno de autosugestión. Movidos por una fe y una convicción total de que este tipo de muerte les iba a conducir directamente al paraíso, no dudaban en entregarse a las fieras sin rechistar.
Es un hecho sabido y comprobado a través de numerosos experimentos que la ansiedad aumenta el sufrimiento. Se ha visto que la simple mención de la palabra «dolor» aumenta la capacidad de sufrimiento. Por lo tanto, un estado de ánimo contrario a la ansiedad tenderá a hacer disminuir el dolor. El estado de beatitud mística en que se hallaban un buen número de mártires sin duda ayudó sobremanera a que sus cerebros segregaran más endorfinas de lo normal. No nos quepa la menor duda de que no mentían: meriendo así entraban en el paraíso.

LAS ENDORFINAS Y EL STRESS
Desde que el hombre es hombre, la vida está llena de stress y éste puede manifestarse de muchas maneras. Para el hombre de las cavernas era la lucha implacable contra los elementos, la obtención de alimento y de fuego y la autoconservación con todo lo que ésta implica: defensa de un medio hostil, plagas y enfermedades, inclemencias del tiempo, etc...Para le hombre moderno la situación no ha variado substancialmente. Como sus ancestros debe vestirse y alimentarse, defenderse de las enfermedades y satisfacer sus necesidades más primarias. Sin embargo, gracias a lo que hemos convenido en llamar «civilización», muchas de sus necesidades han variado considerablemente respecto a las del hombre de las cavernas. No obstante, han aparecido nuevas necesidades, más sutiles, más elaboradas, generadoras de otro tipo de retos, de otro tipo de stress.
Todo lo que nos impide «fluir» de un modo espontáneo y natural provoca en nuestra persona una suerte de «roce» obligándonos a enfrentarnos a ello o a adaptarnos: es el stress. Cualquier cambio importante en nuestra rutina diaria induce una situación de stress con la que deberemos de enfrentarnos, y de nuestra capacidad para superarla depende nuestra felicidad.
El stress puede definirse como un conjunto de factores y actitudes que someten al cuerpo y al psiquismo a una verdadera erosión que, en caso de prolongarse, puede desencadenar una serie de procesos neurofisiológicos que conducirán al individuo a padecer una enfermedad psicosomática. Si en la Edad Media los hombres morían a causa de terribles epidemias que diezmaban la población, actualmente, junto con los accidentes de tráfico, las responsables del mayor número de muertes son las llamadas enfermedades degenerativas: cáncer, infarto, arteriosclerosis, artritis, etc... La influencia del stress en todas ellas es hoy en día algo evidente.
Entre los factores más estresantes se encuentran los de naturaleza emotiva. En la lista que ofrecemos en este capítulo veremos cómo para el hombre norteamericano lo que más stress produce es el tener que encarar una situación de divorcio. La pérdida de un ser querido e incluso la de un empleo también provocan un elevado índice de stress. El embarcarse en un crédito o en una hipoteca son otras de las situaciones que generan stress.
Es evidente que estas valoraciones no son absolutas: cada individuo reaccionará a su manera, según su personalidad, según su psicología. Lo que sin embargo sí merece ser enfatizado, es que, a parte del stress físico, el stress es de orden esencialmente psicológico.
Cualquier situación emocional que choque con la estructura y el «montaje» de nuestro «ego», provocará stress. Nuestra capacidad de reacción al stress y nuestra capacidad de adaptación a las situaciones agradables y desagradables en esta vida dependen del grado de «hinchamiento» en que se encuentra nuestro «ego». Por esta razón, en muchas ocasiones, la humildad que produce el haber sufrido o el haber seguido a un maestro espiritual es una verdadera medicina preventiva contra el stress. Nuestra capacidad para entender las motivaciones de los demás y para adaptarnos en vez de enfrentarnos se encuentra aumentada. A medida que un ser humano se eleva espiritualmente, a medida que evoluciona, su habilidad para adaptarse, entender y perdonar va creciendo de un modo paralelo.
Una sencilla imagen nos hará comprender cuál es la situación del «ego» en esta aventura. Imaginemos que somos un maravilloso automóvil, un verdadero bólido que nunca se ha lanzado a experimentar grandes velocidades. De repente, por una razón u otra, nos aventuramos en la autopista de la vida y empezamos a apretar el acelerador a fondo: acabamos de iniciar una búsqueda espiritual o hemos entrado en un camino. Poco importa, sobre todo al principio, cuál sea éste. Lo realmente importante es que, más o menos conscientemente, hemos decidido abandonar los caminos trillados. A medida que aumenta la velocidad, nuestra carrocería produce más roce: su forma no es precisamente aerodinámica.
En este cuento, el «ego» es la carrocería, el roce es el stress y el desgaste que éste va produciendo en la carrocería marca nuestra evolución. A base de tiempo y de velocidad, veremos cómo la carrocería se ha ido deformando respecto a su forma inicial y adquiriendo una nueva forma, más aerodinámica, más adaptada a su nueva vida. Así, en un camino espiritual, el «ego» se va puliendo de manera que su capacidad de producción de stress se va reduciendo a medida que avanza. En el mundo moderno parece como si todo fuera acelerado. Nada permanece, todo cambia, y este cambio constante parece ser la fuente más común de stress. Incluso acontecimientos que a primera vista nos pueden parecer «normales» son, a menudo, motivo de stress. El matrimonio, el embarazo, un cambio de trabajo o de colegio son factores de stress. En la lista anterior hemos visto unos cuantos entre los más corrientes. Cuando estos factores se producen a la vez o en rápida sucesión, el mecanismo de adaptación física y mental del individuo sufre una presión excesiva: ha aumentado el nivel de stress.
En periodos de inestabilidad o de recesión económica es normal que los niveles de stress se incrementen considerablemente. Dicho incremento suele ir acompañado de uno paralelo de enfermedades psicosomáticas como infartos, úlceras de estómago, impotencia, insomnio, dermatitis o pérdida de peso.
A parte la aparición estas enfermedades psicosomáticas, también el carácter cambia. El sujeto se puede volver taciturno y perder las ganas de vivir y de luchar. Por lo general se intenta combatir el stress a base calmantes o estimulantes, pero sus efectos secundarios pueden causar aún más stress. La única manera no de combatir, sino de compensar, el stress consiste en ayudar al cuerpo para que segregue normalmente las endorfinas necesarias.


Acontecimiento

Muerte del cónyuge 100
Divorcio 73
Ruptura de relaciones o separación 65
Prisión 63
Muerte de un pariente cercano 63
Accidente o enfermedad graves 53
Matrimonio 50
Pérdida del empleo 49
Jubilación 45
Embarazo 40
Problemas sexuales 39
Cambio de situación financiera 38
Fallecimiento de un amigo 37
Hipoteca o crédito por más de 5.000 $ 31
Cambio de trabajo 30
Abandono del hogar por parte de un hijo 29
Problemas legales 29
Logro personal importante 28
Comienzo o abandono de la escuela 26
Revisión de hábitos personales 24
Problemas con el jefe 23
Cambio de horario laboral 22
Cambio de condiciones laborales 22
Cambio de residencia 20
Cambio de colegio 20
Cambio de actividades religiosas 19
Cambio de actividades sociales 18
Hipoteca o crédito inferior a 5.000 $ 17
Cambio de hábitos alimenticios 15
Navidades 12
Multa de tráfico de poca cuantía 11

EL STRESS POSITIVO
En su obra Stress without distress el doctor Hans Seyie distingue dos tipos de stress, es stress positivo y el stress negativo. Existe la tendencia generalizada entre el público en general a concebir el stress como algo sumamente negativo, como una verdadera crisis de la vida. Todo cuanto nos resulta perjudicial sería atribuible al stress: depresión, frustraciones, infartos, mal humor, etc... Y ciertamente, es cierto, pero se trata de lo que el doctor Hans Seyie denomina stress negativo.
Cuando estamos sometidos a él, los acontecimientos se ciernen sobre nosotros bloqueando nuestra capacidad de respuesta, nuestra capacidad de felicidad. Actualmente, este tipo de stress está terriblemente extendido y es el responsable más o menos directo de enfermedades como los infartos, las úlceras de estómago y todo tipo de dermatitis y artritis.
Pero en nuestra vida diaria nos encontramos forzosamente con situaciones que nos producen stress y muchas veces éste no es tan perjudicial. Tomar una decisión, hacer cola para entrar en el cine o simplemente conducir en la ciudad genera stress y, por lo general no parece que nos preocupe demasiado. Puede que incluso consideremos que el stress es interesante, estimulador.
Uno de los principios básicos en el tema de las endorfinas es que frente a una situación de stress se segregan endorfinas destinadas a disminuir la tensión que produce. Si el flujo de endorfinas es constante y adecuado al stress generado, éste resulta estimulante: es el stress positivo, que entra dentro de nuestra capacidad normal de adaptación. Produce en nuestro organismo una respuesta de tipo simpático: nos estimula y tonifica. Por otra parte, las endorfinas cuya secreción estimula producen el efecto contrario: son relajantes y placenteras.
El stress negativo, por el contrario, hace que nos sintamos sobrecargados, más allá de nuestras fuerzas. Es el surménage. Y en esta sobrecarga parece que las endorfinas tienen dificultades para hacerse con la situación y parecen fallar. Quizá hemos querido ir más allá de nuestros límites naturales. Cualquier profesor de yoga sabe que nunca hay que forzar una postura. No se trata de que el principiante realice sus asanas a la perfección, la asana, palabra que quiere decir «postura cómoda» consiste en un «ir hacia» esa hipotética asana formalmente perfecta. Lo importante, como se puede comprender claramente a la luz de las endorfinas, es que nuestro cuerpo se sitúe en una situación límite que, sin generar stress negativo exija la suficiente tensión como para que reaccionemos segregando endorfinas.
Otras técnicas orientales como el Tai-Chi se basan en lo mismo. Vemos en todas ellas un profundo respeto a la relación cuerpo-mente. Nunca hay que forzar: nos impediría producir las endorfinas que a través del ejercicio en particular que practiquemos podríamos lograr. El stress negativo puede, sin embargo, llegar a ser muy placentero: nos hallamos entonces ante una situación sumamente peligrosa, cercana al «mono» del drogadicto.
Las grandes multinacionales que se aprovechan de sus ejecutivos exigiéndoles cada vez más resultados, no hacen sino drogarlos a base de sus propias endorfinas, para «tirarlos a la basura» de un empleo peor o del desempleo cuando ya no les sean útiles.
Gracias a la poderosísisma capacidad bioquímica de las endorfinas, el stress se convierte en algo gratificante para el organismo que lo vive, contrariamente a lo que podríamos pensar, como algo positivo. Cuando somos capaces de soportar los desafíos que la vida nos propone y notamos que el peligro nos excita, vivimos un estado de stress positivo: estamos eufóricos. En este estado somos capaces de adoptar un comportamiento que, marcado por nuestra capacidad de adaptación, nos permite triunfar, crecer, aprender y gozar de cuanto nos ocurre.
Actividades que cuando estamos deprimidos se nos hacen difíciles y complicadas se convierten como por arte de magia en algo sumamente excitante cuando estamos sometidos al stress positivo: nuestro trabajo, nuestro deporte favorito, los problemas cotidianos, todo ello nos hace experimentar placer. Nuestras motivaciones han aumentado milagrosamente gracias a una benéfica corriente de sustancias bioquímicas cerebrales y nuestra capacidad de adaptación se ha consolidado. A partir de este momento nos hemos convertido en luchadores y tanto el trabajo duro como las situaciones difíciles nos resultan estimulantes.
Mientras no vayamos más allá de nuestras fuerzas, el stress positivo será una fuente de endorfinas que circularán constantemente por nuestro organismo haciendo que nos sintamos bien, pero si «forzamos la máquina» ocurrirá lo contrario: nos agobiaremos y no podremos hacer frente al stress.
Por otra parte, hemos de pensar que en la sociedad en que vivimos, el nivel de stress alcanza unas cotas que nunca rozó anteriormente. Esto nos obliga a segregar más endorfinas que nuestros antepasados y, lógicamente, eleva la probabilidad de que nuestras reservas se agoten antes de lo que sería previsible en otras condiciones. El hombre moderno vive situaciones que la naturaleza no ha sido capaz de prever. Sin duda por esta razón el hombre «civilizado» necesita cada día más sustitutos a los placeres naturales: consume más televisión, más tabaco, más alcohol y más drogas cada año que transcurre. Necesita periódicamente de unas vacaciones, mientras que sus abuelos vivieron felices toda su vida sin saber qué eran.
Por otra parte, la insatisfacción a todos los niveles en que vivimos actualmente y que explotan los gobiernos y la industria a base de la propaganda, está directamente relacionada con el stress. Mientras no vivamos en un estado de relativa salud psicológica no sólo no podremos ser felices: tampoco podremos ser realmente libres. Estaremos sometidos a las influencias hipnotizadoras de la propaganda y como el perro de Paviov reaccionaremos exactamente como los publicistas, esos magos modernos, han previsto que hemos de reaccionar.
Nosotros mismos debemos tomar las riendas de nuestras propias vidas y saber separar la paja del buen grano cuando se nos propone algo. Es importante que descubramos cuál es el sistema que más se adecúa a nuestra personalidad para ayudarnos a vivir sin stress. Para algunos será el yoga, el tai-chi o la meditación, para otros el masaje y para otros un deporte o un hobby. Debemos ser capaces de utilizar la capacidad de stress de un modo positivo. Como decíamos al principio de este libro, nuestro peor enemigo puede convertirse en nuestro mejor aliado si somos capaces de darle la vuelta. Descubramos cuál es el ejercicio que más se adapta a nuestra persona y hallemos cuál es la válvula de escape que mejor podremos utilizar.

CÓMO COMBATIR EL STRESS
Para combatir el stress sólo hay un método: equilibrar el flujo de endorfínas en nuestro organismo. En el capítulo titulado CÓMO SEGREGAR ENDORFÍNAS expondremos diversos sistemas que ayudarán a conseguirlo. De momento centrémonos en el más importante: la relajación.
Si queremos modificar nuestro sistema de vida, que al fin y al cabo es quien nos causa el stress, debemos aprender a relajamos. Antes que nada, es preciso que comprendamos que los cambios producidos en el cuerpo afectan a la mente y que, al mismo tiempo, los cambios producidos en ésta afectan al cuerpo. El cuerpo y la mente constituyen una unidad inseparable que sólo una inteligencia polucionada por siglos de cartesianismo nos hace ver como dualidad. En su libro Bodymind Ken Dychtwaid nos propone, para eliminar el potencial destructivo del stress, que «cambiemos de juego». Esto quiere decir que cambiemos de sistema de vida, que hagamos que nuestra vida funcione de otro modo. Una gran cantidad del stress tiene su origen en las diversas maneras en que abusamos de nosotros mismos a través de hábitos vitales perjudiciales y a través de la competitividad en la que nos vemos sumidos en el mundo moderno. Es obvio que, si mejoramos nuestro tipo de vida eliminaremos o al menos atenuaremos los factores que generaban stress. Otra obra que puede ayudarnos a cambiar nuestra vida es el ya clásico de Ken Keyes y Tolly Burkan How to make your Ufe work. (Existe una edición española publicada por Ediciones Obelisco: Cómo hacer funcionar bien tu vida).
Para combatir el stress es muy importante aprender a cambiar las perspectivas. Hemos de desengañamos de muchas cosas, simplemente porque estábamos engañados con muchas cosas. Es mucho más positivo para nuestra salud mental ver las cosas tal cual son que no como quisiéramos que fueran. Un buen ejercicio consiste en hacer un repaso periódico de nuestras convicciones, de nuestras actitudes, creencias y escalas de valores.
Fumar, por ejemplo, es una importante causa de stress. Pero intentar dejar de fumar puede serlo más. A menudo aquel que quiere dejar de fumar necesita ayuda. Si éste es su caso, no lo dude, ¡pídala! Recurra a sus amigos; muchos de ellos lo soportarán porque han pasado por el mismo trance. No olvide que cuando deja de fumar su cuerpo necesita adaptarse a esta nueva situación y, por un tiempo, segrega menos endorfinas. Este proceso de adaptación puede variar según las personas y según el grado de adicción, pero a la corta o a la larga terminará.
Otra causa de stress es que, por lo general, no hacemos suficiente ejercicio. La vida rutinaria y sedentaria que lleva el hombre de la ciudad es completamente antinatural. Su cuerpo se vuelve rígido, los músculos de debilitan y la circulación sanguínea empeora. Un cuerpo sano y entrenado puede ayudar muchísimo a reducir el stress. Cualquier actividad física, si no es exagerada, resulta sumamente positiva: caminar, nadar, hacer deporte, etc... SÍ bien jugar a golf o a tenis no está al alcance de todos los bolsillos, caminar veinte minutos cada día sí lo está. Para los antiguos chinos una de las claves de la longevidad consistía en caminar veinte minutos cada mañana antes de desayunar. No sólo «abre el apetito», sino también flexibiliza el cuerpo que se ha endurecido después de las horas de sueño. Y el stress, no lo olvidemos, es una forma de endurecimiento.
Por lo general utilizamos demasiado el coche o el ascensor. SÍ somos capaces de acostumbramos a realizar a pie los trayectos cortos (la compra del pan o del periódico, ir a la escuela a buscar a nuestros hijos, etc...) y de prescindir al menos una vez al día del ascensor, en un par de semanas nuestro humor habrá cambiado, tendremos más ganas de vivir y habremos perdido barriga.
Otro aspecto de nuestra vida que debemos vigilar si queremos combatir el stress es la dieta. La mayoría de nosotros seguimos una dieta inadecuada, o al menos desequilibrada. Pongámonos en manos de un buen especialista, es fácil que tengamos carencias que desequilibren nuestro organismo. Pero también cometemos excesos: la mayoría de nosotros utilizamos más sal de la necesaria o comemos por encima de nuestra hambre natural. Cada vez que arrebañemos el plato hemos de darnos cuenta de que este trocito de pan untado en la salsa es precisamente lo que sobra.
Aparte de dejar de fumar, comenzar a practicar algún deporte y vigilar su dieta, si realmente quiere combatir el stress que le amarga la vida, le conviene aprender a relajarse. Para estar en armonía con uno mismo conviene que periódicamente dediquemos un lapso de tiempo a la interiorización o a la meditación. Existen muchas técnicas de meditación y cualquiera de ellas es buena para empezar. Sin embargo hay una regla básica que nunca debe olvidar: durante la meditación todo ha de transcurrir espontáneamente, no ha de forzar nada, ha de comportarse del modo más pasivo posible. Si le intentan enseñar un sistema de meditación distinto, rechácelo.

LAS ENDORFINAS Y LAS DROGAS
Como hemos visto, las endorfinas son un verdadero vehículo del placer, de la euforia y de la sensación de felicidad. Se trata exactamente de lo que un elevado número de personas buscan en las drogas. Esta parece ser una constante en la historia del hombre desde que abandonó el Paraíso Terrenal: buscar fuera de él lo que ya tiene en su interior.
Resulta obvio que si drogas como la morfina o la heroína funcionan, es porque nuestro organismo está preparado para recibirlas y reaccionar a ellas. Una puerta puede ser abierta si tiene una cerradura por la que introducir una llave. Sabemos que con cualquier llave no podremos abrirla: tendrá que ser la llave que le corresponde o una muy parecida. Si utilizamos la llave adecuada, la puerta se abrirá sin problemas, pero si utilizamos un sucedáneo, con toda seguridad, antes o más tarde, estropearemos la cerradura. Pues bien, algunas drogas no son sino sucedáneos de las endorfinas que, una vez administrados un determinado número de veces, no sólo destrozan las cerraduras, sino también inhiben la fabricación de endorfinas. El caso más patente es el de la heroína, que tantos estragos está haciendo en nuestra Juventud.
El heroinómano, al administrarse su dosis, está intentando provocar desde fuera lo que su organismo debería hacer desde dentro. Efectivamente, vive las primeras veces una agradable sensación de felicidad y euforia, de relajamiento y falta de stress. La prueba está en que muchos drogadictos describen esta situación diciendo: «es como unas vacaciones». Gracias a la droga han «desconectado» momentáneamente con aquello que les producía stress e infelicidad. Pero esto ocurre únicamente en las primeras dosis: están forzando la cerradura. Lo realmente dramático del caso, además de la terrible intoxicación que se va creando, es que la capacidad del organismo para segregar y para recibir endorfinas va disminuyendo, con lo cual el drogadicto se encuentra cada vez más desprotegido ante el dolor y el stress. A partir de cierto momento, generalmente después de la segunda dosis, el individuo ya no se «pica» en busca de placer o de sensación de felicidad, sino simplemente para no sufrir, para que no le duela el cuerpo.
Por esta razón, en los diversos métodos de rehabilitación de heroinómanos debería tenerse muy en cuenta la estimulación de secreción de endorfinas. Sin duda la única manera de salvar a estos enfermos pase por el reequilibramiento de su capacidad de producción de esta antidroga natural.
Como ha escrito un destacado investigados europeo de las encefalinas, José María García Antón, «La existencia misma, pues, de estos péptidos ha permitido dar un nuevo enfoque al problema de la drogadicción a poder relacionar de manera intuitiva ciertas tendencias a la drogadicción con niveles bajos o deficitarios en encefalinas. Parece ser que incluso la euforia producida por el alcohol proviene en último término de una liberación de encefalinas».
Se ha dicho que las endorfinas «son nuestra morfina interna». El consumo de drogas provoca en el adicto una drástica disminución de los niveles naturales de endorfinas, y, dándole la vuelta, lo único que puede ayudar realmente a abandonar la adicción es un aumento de los niveles naturales de endorfinas.
Todos sabemos que para quitarle algo a alguien de una manera no violenta hemos de ofrecerle algo a cambio. Los conquistadores españoles y portugueses obtuvieron enormes cantidades de oro de los indígenas americanos a cambio de trocizos de espejos, y los países industrializados se hacen con las materias primas que necesitan trocándolas a los del tercer mundo por medicamentos o baratijas tecnológicas. De nuevo se trata de darle la vuelta y ver que para desenganchar a alguien de la droga se le ha de ofrecer, preferentemente, algo de lo que ande escaso. Y en el caso que nos ocupa ese algo son endorfinas. Las endorfinas son algo natural, algo que ni se compra ni se vende, con lo que no se puede mercadear.
Existe una vieja historia china que dice, en pocas palabras, que si quieres ayudar a un hambriento, no le des un pescado para que se lo coma y al día siguiente vuelva a tener hambre: es mejor que le des una caña y un anzuelo y le enseñes a pescar.
Con las endorfinas ocurre lo mismo: no se pueden administrar desde fuera. Es nuestro propio organismo el que las creará desde dentro, si desde fuera le ayudamos a encontrar la situación y las condiciones propicias para que lo pueda hacer. En el capítulo titulado CÓMO SEGREGAR EN DORFINAS veremos algunos de los sistemas que nos permitirán acrecentar nuestra producción de éstas.
Además de las llamadas drogas duras, otro tipo de estimulantes o relajantes ejercen un efecto nocivo sobre nuestro organismo: son las llamadas «drogas autorizadas» como el alcohol o el tabaco. Vamos a ver, someramente, qué relación tienen con las endorfinas.
El alcohol es una droga que tomada en cantidades excesivas resulta mucho más peligrosa de lo que generalmente imaginamos. No son sólo sus efectos sobre la persona que bebe, sobre su hígado o en lo que se refiere a su dependencia psicológica de la bebida, lo más peligroso del alcohol es que bajo sus efectos se produce una desinhibición de la voluntad y una pérdida de reflejos cuyas consecuencias son imprevisibles. Un gran número de abusos sexuales se producen bajo los efectos del alcohol, y en muchos accidentes de tráfico se ha detectado que el conductor habia bebido unas copas de más.
Hemos visto en capítulos anteriores que la relajación favorece el flujo de endorfinas y, por lo tanto, la sensación de bienestar y de felicidad. En muchas ocasiones, el típico ejecutivo agresivo acaba su Jornada laboral en un estado de stress en el que se le hace difícil una relajación por medios naturales, sobre todo si no está acostumbrado a relajarse y no practica ninguna técnica que favorezca la relajación. Es bastante normal que recurra entonces a la copa de gin-tonic o a cualquier otra bebida alcohólica que destensará sus nervios y lo relajará. El alcohol produce una reacción parasimpática de calma y relajación.
Cuando se descubrieron las endorfinas, se sospechó que existía una estrecha relación entre éstas y el alcohol. Se llegó a pensar incluso que la absorción de alcohol podía ayudar a la secreción de endorfinas naturales. Pero pronto se vio que lo que ocurría era exactamente lo contrario. En la Universidad de Cagliari, en Pavia, Italia, se ha descubierto que la utilización crónica de alcohol anula la capacidad del cuerpo para mantener correctamente el flujo de endorfinas en el organismo. Si duda esto es debido a que las ganas de la euforia bioquímica producida por las endorfinas aumenta la búsqueda de la impresión parasimpática artificial que produce el alcohol.
Cuando recurrimos al alcohol para enfrentarnos al stress, lo que realmente estamos buscando es una sensación de calma y de relax que ya esta en nosotros. El alcohol es un mero sustituto, pero un sustituto peligroso. Sin duda nos ayuda a desembarazamos momentáneamente de nuestras inhibiciones, pero ¿no sería mucho mejor liberarnos de ellas para siempre de un modo consciente, voluntario? Si cuando hemos bebido estamos más desinhibidos, somos más simpáticos y ocurrentes y bailamos mejor, debemos de ser lo suficientemente lúcidos como para darnos cuenta de que el problema está en algo en nosotros que no nos deja ser como realmente somos. Bebiendo nunca lograremos liberamos de nuestros complejos, solamente los aparcaremos durante una rato para volver a caer más tarde bajo su yugo.
Así como a la tempestad le sigue la calma, a la calma artificial que provoca el alcohol forzosamente le seguirá la tempestad. No nos quepa la menor duda. El organismo se irá debilitando, el hígado irá adquiriendo la forma y las proporciones de un piano de cola y el carácter se irá agriando como el vino que se ha dejado al aire libre durante unos días. Pero, lo que es peor, poco a poco se creará en nosotros una horrible dependencia que hará que no podamos funcionar normalmente sin nuestra dosis de alcohol. Si antes bebíamos solamente al acabar la jornada laboral, ahora ya lo hacemos por la mañana, para darle un poquito de color a la vida.
El alcohol puede ayudar a olvidar, y a veces es muy beneficioso olvidarse de un problema para encararlo con nuevos ojos al día siguiente; pero lo que nunca logrará es solucionar el problema. Y un problema olvidado nunca es un problema solucionado.
Pero a lo mejor nuestro problema no es el alcohol, sino el tabaco. Especialistas en el tema han detectado que hay un aumento de endorfinas en nuestro organismo asociado a niveles de nicotina en la sangre. Se podría pensar que, simplemente, fumar aumenta la secreción de endorfinas y, por esta misma razón, provoca en los fumadores una sensación de felicidad. Pero no es exactamente así.
La nicotina refuerza la acción de la vasopresina, que juega un papel muy importante en la asistencia a la memoria; asimismo también actúa sobre la epinefrina, que ayuda a la vigilia. Sólo por esto, el fumar puede ayudar a los intelectuales a discurrir y a escribir, pero el tabaco tiene también otros efectos no tan atractivos.
No es éste un libro dedicado a la lucha contra el tabaquismo, por lo cual no vamos a extendernos pasando revista a todos los efectos nocivos del cigarrillo, que no son pocos. Lo único que nos importa, dado el contexto de esta obra, es señalar que fumar produce en nuestro organismo una reacción de stress y, por lo tanto, comporta todas las consecuencias positivas y negativas del stress.
Centrémonos únicamente en las positivas. Hemos visto, en capítulos anteriores, cómo el organismo reacciona ante una situación de stress segregando endorfinas para compensarla con una sensación de calma y relajación. Los primeros cigarrillos suelen fumarse para hacer como los demás. Más tarde comienza una dependencia psicológica: fumando nos sentimos mayores, más seguros de nosotros mismos, nuestro cerebro está más lúcido y parece que recordamos mejor las cosas. Pero poco a poco, sobre todo si además bebemos, la nicotina y el alquitrán van surtiendo su efecto en nuestras venas y nuestros pulmones; entre otras patologías, la arterioesclerosis no se hace esperar. Al cabo de los años, nuestro organismo se ha acostumbrado de tal modo al tabaco, que ya no fumamos únicamente para sentirnos mayores o más interesantes: necesitamos del tabaco para poder funcionar normalmente. Fumar, con el stress que produce en nuestro organismo, es nuestra manera de segregar endorfinas: como el heroinómano, hemos caído en la trampa. Cuando intentamos dejar de fumar, lo que nos cuesta en realidad no es tanto dejar de fumar, como adaptarnos a una situación de menor flujo de endorfínas. Por esta razón, si queremos dejar de fumar, lo mejor es que estimulemos además la secreción de endorfínas.
Un método bastante eficaz que los orientales han exportado con éxito a occidente es la acupuntura. Se ha demostrado que cierto tipo de endorfinas se elevan tras tratamientos con acupuntura, sobre todo tratamientos del dolor. Este disminuye a la vez que aumenta la sensación de placer. J. Arehart-Treichel, en un artículo publicado en Science News de julio de 1977 titulado «Encefali-nas, algo más que destructores del dolor» señala que ha sido demostrado clínicamente que la anestesia producida con acupuntura eleva el nivel de endorfínas.
Según algunos terapeutas especializados en la lucha contra la adicción al tabaco, lo más conveniente es ir reduciendo poco a poco los cigarrillos al tiempo que se estimula la fabricación de endorfinas con, por ejemplo, el footing o el squash. Además de estos deportes «violentos» que aportarán endorfinas a partir del stress que provocan, también ayudarán los masajes, sobre todo el masaje metamórfico en los pies.
LAS ENDORFINAS Y LA RISA
Varios investigadores modernos han redescubierto algo que nuestros abuelos ya sabían: reir es bueno para la salud. Pero no sólo reir, tomarse las cosas con buen humor, positivamente, sin proyectar nuestra negatividad, todo ello ayuda a vivir una vida más plena.
Es conocido el caso de un importante ejecutivo de Nueva York que, al saberse condenado a muerte por un cáncer irreversible, decidió pasar sus últimos días con la mujer a la que amaba en un buen hotel viendo en video todas las películas de los hermanos Marx. El efecto de la mezcla, y sobre todo de los hartones de reir que se hizo con los chistes y ocurrencias de Groucho, Harpo y Chico fue espectacular: no sólo no murió en la fecha predicha por su galeno sino que al cabo de unas semanas su cáncer había desaparecido. Se había curado con la risa.
Todos hemos podido comprobar cómo la risa hace que olvidemos las preocupaciones y los problemas y encaremos la existencia más positivamente. Todos los pueblos perseguidos han desarrollado un sentido del humor especial que sin duda les ha ayudado a soportar la persecución.
Si nos hallamos ante una persona deprimida, más que sesudos consejos o pertinentes explicaciones de qué le está ocurriendo, lo que puede ayudarla realmente es que la hagamos reir. El humor tiene algo esencialmente racional e irracional que ayuda a desbloquearnos psicológicamente.
Los estudios actuales no son definitivos, pero apuntan la idea de que hay una estrecha relación entre la risa y las endorfinas. De entrada, con frecuencia el hecho de reir produce un relajamiento que, como hemos visto, favorece la producción de endorfinas. Efectos que podemos atribuir a estas últimas aparecen también con la risa: se mejora más fácilmente en las enfermedades, es antidepresiva y sirve para mantener la salud.
Una actitud positiva y con un cierto toque de humor ante la vida implica una bioquímica equilibrada, y una bioquímica equilibrada contribuye a que nuestras glándulas segreguen correctamente las hormonas que han de segregar. Con ello nos encontramos con una tasa «normal» de endorfinas en nuestro cuerpo y, lógicamente, de defensas y de capacidad de sensación de felicidad.
Un tratamiento sorprendentemente efectivo contra el dolor es... ¡la carcajada! A parte de las endorfinas, un gran número de substancias cerebrales están inducidas por el acto de reir. Un simple sonrisa emite una información que hace que el cerebro segregue endorfinas. Se trata de un mecanismo parecido al que nos hace segregar un jugo gástrico con sólo oler nuestro plato preferido.
Hacer o explicar chistes, ver una película de risa o leer un buen libro de humor inglés pueden ser unos excelentes medicamentos para nuestro cuerpo y nuestro espíritu. ¡Y sin efectos secundarios! Es algo que todos los maestros zen saben
Como el bostezo, la carcajada es terriblemente curativa. Todos los verdaderos maestros espirituales gozan de un fino sentido del humor y muchas de sus enseñanzas no carecen de un aspecto humorístico. Los cuentos jasídicos, las historietas sufís o las fábulas taoístas nos dan fe de ello.
Para ser felices hemos de saber colocarnos por encima de ese espejismo que llamamos realidad. Hemos de estar por encima de las vicisitudes del destino, y el sentido del humor, de lo grotesco, de lo ridículo nos ayudará.
Una antigua enseñanza zen nos propone el siguiente ejercicio: “Póngase serio. Reflexione acerca de la gravedad de cada instante: cada segundo que pasa es un paso más hacia la ineludible muerte, es como un grano de arena que ha caído en el receptáculo inferior del reloj y que nunca más volverá a subir. A medida que circula la sangre por sus venas, su vida se va yendo: vivir es morir poco a poco. Cada segundo que pasa mueren varios niños en el mundo, se arruina un banquero y aparece un nuevo virus. Todo es muy serio, todo es muy importante. Adopte una actitud solemne. Ríase”.
Ríase a carcajadas porque todo es una broma. Cada momento de su vida era como un trozo de una comedia, sólo que muchas veces usted no se contaba entre los que reían. Pero ahora sí puede reírse, porque es lo único inteligente que puede hacer. Si llega a encararla como se debe, la vida es un fluir constante de gozo y alegría, un perpetuo nacimiento. Nada es eterno y, al mismo tiempo, todo lo es; nada es inamovible, nada es estable. Como en el mito de Sísifo, la piedra siempre acaba cayendo; no vale la pena esforzarse tanto. Ría, ría a carcajadas porque es lo mejor que puede hacer.
Intente desarrollar esa capacidad que poseemos todos los seres humanos de ver las dos caras de la moneda. Sepa ver la verdad en la mentira, el bien en el mal, la oportunidad que indefectiblemente se halla en cualquier dificultad. Todo lo que a primera vista parece negativo, tiene su lado positivo. No caiga en la trampa de juzgar prematuramente lo que le ocurra o las personas con las que se encuentra. Vaya al fondo de las cosas más allá de los contrarios.
LA NEGATIVIDAD Y LAS ENDORFINAS
Hemos visto que una actitud positiva y humorística ante la vida ayuda a que nuestro organismo segregue endorfinas, pero también ocurre lo contrario. Una actitud negativa, pesimista, «ceniza», bloquea nuestro sistema de secreción de endorfinas.
La depresión, ese mal de nuestro tiempo, es algo que perjudica seriamente a la salud: inhibe la fabricación de endorfinas y perjudica su circulación por nuestro organismo.
Todas las religiones, todos los sistemas filosóficos y de autoayuda o autosuperación hacen hincapié en el hecho de que para tener éxito y ser feliz en esta vida conviene que seamos positivos y la encaremos con humor y dinamismo. Aquel que es negativo proyecta su negatividad sobre todo lo que le rodea e incluso sobre todo lo que le va a venir, nos dicen. Si el hombre no es 100% responsable de su destino, al menos lo es en un tanto por ciento importante desde el momento en que su actitud para con la vida tiñe su destino del color que predomina en ella. Para aquellos que son rosas, la vida será de color de rosa y para aquellos que todo lo ven negro, la vida será oscura y tenebrosa.
No es necesario que nos extendamos demasiado en este punto e intentemos desarrollar una compleja teoría de por qué la negatividad es mala. No es este un libro de moral, sino de divulgación científica. Recordemos simplemente que nuestra actitud mental desempeña un papel decisivo en la producción de endorfinas, esa droga de la felicidad. Si tenemos malos pensamientos, si tenemos ideas cenizas y pesimistas, estamos enviando a nuestro cerebro una información que va a ser decodificada y asociada a momentos en que nosotros lo hemos pasado mal, y del mismo modo que en los buenos momentos fabricamos endorfinas, en los malos éstas escasean. Dicho de otro modo, el mismo mecanismo que ayuda a la secreción de endorfinas, utilizado al revés, puede estropear los mejores momentos de nuestra existencia. Sinceramente, no vale la pena.
Pero la depresión puede aparecer después de un acontecimiento exterior poco deseable: cuando perdemos a un ser querido o se desvanece algo en lo que manteníamos nuestras esperanzas, suele aparecer la depresión. El shock emocional que nos ha producido ha hecho disminuir de golpe el aporte de endorfinas a la sangre.
Cuando nos sentimos deprimidos, hemos de pensar que no estamos funcionando normalmente. Por una razón u otra, que conviene consideremos lo más lucidamente posible, nuestra capacidad de secreción de endorfinas ha menguado temporalmente. Es importante que nos demos cuenta de una cosa: se trata de algo temporal, pasajero, como las nubes que en lo alto del cielo nos cubrían al sol: sin lugar a dudas mañana habrán desaparecido.
Hemos de ser asimismo conscientes de que la salida de la depresión no se encuentra fuera de nosotros, sino en nuestra propia capacidad para reaccionar a ella produciendo las suficientes endorfinas para lograr de nuevo el equilibrio perdido. Si intentamos evadirnos, lo cual a veces es muy lícito, intentemos no hacerlo a través del alcohol o las drogas: el remedio sería peor que la enfermedad. Vayamos a ver una película de aventuras o una buena comedia que nos ayuden a olvidarnos de nosotros mismos; quedemos con un amigo que nos quiera y nos comprenda, ante el cual podamos abrirnos y manifestarnos sin tapujos. Muchas veces la depresión no es sino una reacción a nuestra manera de vivir, con sus convencionalismos y su hipocresía. Ser franco, saltarse de vez en cuando y conscientemente a la torera las estrechas convenciones que nos impone la sociedad no es sólo curativo, también puede ser profiláctico.
Recordemos momentos felices. Si el ser humano está dotado de una facultad llamada memoria, por algo será; aprovechémosla.
La depresión es una limitación, una frustración. Cuando estamos deprimidos nos sentimos limitados, frustrados, contradichos. Para combatir la depresión conviene que nos afirmemos a nosotros mismos, pero no a través del alcohol o el tabaco. Aunque dura y dolorosa al principio, la autoprospección suele surtir los mejores efectos. No nos engañemos, tratemos de vernos tal cual somos. Acéptemenos y ámemenos. No nos culpabilicemos. Intentemos averiguar porque no nos gusta tal o tal cosa de nosotros mismos, analicemos lo que consideramos nuestros defectos y veremos que en el fondo no son sino la otra cara de la moneda de nuestras virtudes. Si podemos corregirnos en algo, hagámoslo; el mero hecho de intentarlo resultará mucho más euforizante que cualquier droga, ¡y mucho más barato!
No intentemos tampoco combatir la depresión con antidepresivos. Jugar con nuestro cerebro, en el estado actual de nuestros conocimientos, es como pretender arreglar un reloj sin ser relojeros. Lo más fácil es que al final no sepamos qué hacer con las piezas y el aparato funcione aún peor que al principio. Y sobre todo, no juguemos nunca a aprendices de brujos automedicándonos.
Las llamadas drogas antidepresivas suelen tener unos indeseables efectos secundarios, las más de las veces imprevisibles, que dependen en gran manera de la persona que las ingiere.
Podemos comparar la depresión con un lago. Si sus aguas se mueven y fluyen normalmente, siempre estarán más o menos limpias y llenas de peces. Sin embargo, si están estancadas y enfangadas, los peces morirán y éstas se pudrirán.
Con la depresión ocurre algo parecido. Podríamos decir que ésta se manifiesta a raíz de un estancamiento bioquímico en nuestro organismo. Los científicos han observado que el estancamiento parasimpático parece reforzar la habituación a la depresión. Debemos, pues, considerar dos factores: el de entrada y el de salida. En efecto, el lago puede estancarse porque no llegan a él aguas nuevas procedentes de la lluvia o de algún río. Es la depresión por falta de estímulos. Por otra parte, el lago puede estancarse porque sus aguas no fluyen hacia el mar: es la depresión por bloqueo, por encerrarnos demasiado en nosotros mismos: nos sentimos entonces limitados, frustrados.
En el primer caso nos hallamos ante una carencia de endorfínas, mientras que en el segundo parecemos encontrarnos ante un exceso. Algunos autores aconsejan que en este caso demos un masaje a alguien o acariciemos a nuestro perro. En el primer caso, sin embargo, resulta más conveniente que seamos nosotros quienes recibamos el masaje.
La vida es un regalo demasiado precioso como para que lo despreciemos no viviéndola plenamente. Las contrariedades que puedan surgir no están ahí para hundirnos, sino para animamos a superarlas. Superar un obstáculo no es sólo algo excitante o edificante, como obtener un premio o batir un record, es algo que estimula en nuestro organismo la secreción de endorfínas.
LA ANTIDROGA DE LA FELICIDAD
Salvo casos patológicos, todos los seres humanos aspiramos a ser felices. Pero lo que entendemos por felicidad, a pesar de ser algo muy personal, no es un mero concepto teórico, filosófico, sino un estado real que se alcanza y que se pierde. Con todo, es un estado relativo: podemos ser más o menos felices, podemos sentimos más o menos felices.
Sea como fuere, la vida humana gira en torno a la búsqueda de la felicidad, en torno a aquello que nuestro cerebro interpreta que nos causa felicidad. Para algunos puede ser la acumulación de bienes materiales, para otros el disfrute de goces estéticos o espirituales y para otros simplemente disfrutar de una posición segura y atenerse a unos principio morales y éticos.
Sin embargo, todo ello pertenece a lo que tomamos por «normalidad». Y en nuestra vida pueden aparecer momentos en que nos apartamos de esta «normalidad». En alguna ocasión, sin saber muy bien porqué, sin ninguna causa aparente, vibramos de placer, nos sentimos extraordinariamente bien, vivimos esa maravillosa sensación de plenitud que se ha convenido en llamar «euforia». Sentimos que la vida vale la pena de ser vivida, que los problemas nos resbalan, que estamos bien dentro de nuestra piel. Esta sensación de euforia es el resultado de la acción de las endorfinas. Se apodera de nosotros cuando recibimos un regalo o cuando nos sorprenden con algo. Nos telefonea la persona amada o nos toca la lotería: nos sentimos eufóricos. Nuestro equipo favorito marca aquel gol que le faltaba para ganar la liga o caemos por casualidad sobre aquel sello que nos faltaba para completar una serie de nuestra colección; poco importa el hecho en sí, lo realmente importante es cómo lo encajemos, qué efecto va a producir en nosotros. Con ello vemos que no sólo estímulos de tipo físico sino también de tipo emocional pueden poner en marcha el mecanismo que activa las endorfinas.
Todos conocemos la historia de aquel ejecutivo que al cabo de algunos años de duro ejercicio de su profesión empezaba a padecer los efectos de ésta: amenaza de infarto, stress continuado, problemas sexuales y de relación, y un largo etcétera. Aconsejado por su mejor amigo, otro ejecutivo triunfador, comienza a hacer footing todas las mañanas o a jugar a squash dos veces por semana y al cabo de quince días su vida ha cambiado «milagrosamente»: vuelve a poder contentar a su pareja, rinde más en su trabajo, ya no tiene aquellos pesadísimos dolores de cabeza e incluso parece que cuando aparecen aquellos problemas que antes lo desmontaban, ahora le motiven y luche con más energía y tesón para lograr los resultados apetecidos. No nos quepa la menor duda, el tipo de vida que llevaba había hecho disminuir la secreción de endorfinas. Con el footing o el squash ha vuelto a activarla.
Otro caso típico es el de aquella jovencita depresiva que parecía que no tenía ganas de vivir. Se fue de vacaciones empujada por unos amigos a un país lejano y exótico, y he aquí que estalla la revolución. Su vida-muelle de la ciudad ha quedado atrás y ahora sólo importa una cosa: la supervivencia. Como por arte de magia, nuestra amiga ha cambiado totalmente: ahora es la más valiente, la más dinámica, la más activa y la que manifiesta más ganas de vivir de todo el grupo. De nuevo son las endorfinas quienes han operado este espectacular cambio psicológico en nuestra amiga.
Arriesgarnos, enamoramos, hacer aquello que realmente tenemos ganas de hacer saltándonos las estúpidas barreras de la rutina, los prejuicios y los tabúes hace que segreguemos endorfinas. Ver a James Bond o a Superman realizar aquellas proezas con las que siempre hemos soñado, nos lo confesemos o no, contemplar al galán de la película hacerle al amor a la rubia de nuestros sueños y, sobre todo, identificarnos durante el espacio de tiempo que dura la película con ellos, también esto activa la fabricación de endorfinas. Como en el caso de huevo y la gallina, resulta difícil saber quien es primero: la endorfina que produce placer o el placer que hacer segregar endorfinas. Sin duda haya que ver aquí un complejo feed-back: la gallina pone el huevo y del huevo nacerá otra gallina. Dicho de otro modo, las endorfinas producen placer y aquello que nos produce placer estimula la fabricación y el flujo correcto de las endorfinas.
En las últimas décadas la ciencia ha descubierto que, desde un punto de vista fisiológico un gran número de procesos patológicos relacionados con los mecanismos de la transmisión nerviosa son regulados por las endorfinas. Se ha establecido que ciertos estados depresivos y maníacos así como enfermedades como la esquizofrenia guardan una relación estrecha con el nivel de encefalinas del sujeto en el líquido cefalorraquídeo.
Les endorfinas y el recuerdo
Los diversos experimentos científicos realizados con voluntarios han evidenciado que niveles altos de endorfinas están asociados al optimismo, al bienestar, mientras que los niveles bajos corresponden a estados de pesimismo y depresión. Asimismo se ha podido observar que las imágenes positivas estimulan la creación de endorfinas, mientras que las negativas la inhiben.
Pero no sólo la secreción de endorfinas es importante para gozar de una buena salud física y psíquica, también lo es el correcto flujo de éstas por nuestro organismo. Un buen número de problemas psicológicos está asociado a un desequilibrio bioquímico. Los modernos avances de la neurología y de la psicología parecen demostrar que nuestras elecciones, tanto afectivas como mentales, desempeñan un papel significativo en el equilibrio bioquímico del organismo. Una sensación, un pensamiento, un olor incluso, pueden desencadenar todo un proceso como, por ejemplo, el de la digestión. Pensar en comida puede hacemos «la boca agua»; imaginar que estamos con la persona querida o con alguien que consideramos muy atractivo puede llegar a excitarnos y tararear una melodía de nuestra juventud emocionarnos.
Lo que vemos, lo que oímos es transformado en nuestro cerebro en mensajes bioeléctricos. Lo mismo ocurre con otros procesos sensoriales. Estos mensajes bioeléctricos se encargan de estimular la formación de endorfinas. En este mecanismo desempeña un papel primordial la memoria. El miedo, el dolor y el placer son memoria; sólo la sorpresa está más allá de lo conocido.
Cuando tenemos miedo, nunca tenemos miedo a lo desconocido, por extraño que pueda parecer. Se trata siempre de temor a algo conocido que nos provocó dolor y cuya experiencia no queremos repetir. Este sencillo mecanismo se halla a la base de un buen número de fobias o manías; la relación es inconsciente y, las más de las veces, escapa a cualquier concepción lógica.
El dolor psicológico no es, en esencia, distinto: obedece a un mecanismo parecido. En el pasado, muy a menudo en la infancia, hemos vivido una situación dolorosa. Ahora estamos ante algo que, de un modo u otro, nos la rememora: reaccionamos con el dolor psicológico.
El mecanismo del placer no difiere esencialmente de los dos anteriores, aunque en cierto modo funciona al revés. Recordamos un momento de intensa felicidad, algo nos hace volver a la memoria una sensación de plenitud y experimentamos de nuevo si no un placer igual al de entonces, uno algo más suave, más difuminado.
En los tres ejemplos que acabamos de dar entran en juego las endorfinas. Los dos primeros nos ayudarán a comprender porque en muchas ocasiones huimos de nosotros mismos y nos refugiamos en los paraísos artificiales del alcohol o las drogas: nuestros recuerdos, para producir en nosotros una sensación semejante a la del momento recordado, han inhibido la fabricación o el flujo de endorfinas en nuestro organismo. En el tercer caso ha ocurrido exactamente lo contrario: ha habido una estimulación. Con ello vemos que una de las claves para estimular la secreción de endorfinas y favorecer la felicidad se halla precisamente en el recuerdo. En el capítulo CÓMO SEGREGAR ENDORFINAS describiremos diversos métodos para ayudar a nuestro cerebro a fabricar esta antidroga de la felicidad.
Para que las endorfinas puedan fluir libremente a través de nuestro organismo, es imprescindible que periódicamente nos relajemos. Por lo general esta relajación necesaria nos la proporciona el sueño, pero a menudo resulta insuficiente. El ruido de las ciudades, la vida ajetreada que solemos llevar, el exceso de excitantes y el stress son además los causantes de que nuestro sueño cotidiano no resulte lo reparador que debería. Esto lo podemos experimentar fácilmente por contraste: ¿no dormimos muchísimo mejor cuando estamos de vacaciones en el campo o a la orilla del mar? Esta deficiencia debe ser subsanada, y para ello cualquier método de relajación o de meditación será de gran ayuda.
Nuestra capacidad de recordar a nivel consciente funciona mucho mejor cuando estamos relajados, cuando estamos equilibrados. A nivel inconsciente ocurre lo mismo. Si queremos que puedan afluir a nuestra memoria aquellos recuerdos positivos que nos ayudarán a segregar endorfinas, es importante que no descuidemos la relajación. Un buen ejercicio, aconsejado por infinidad de terapeutas, consiste en relajarnos antes de dormir. Sólo nos tomará unos minutos y a menudo será un excelente pasaporte para el reino de Morfeo.
En la cama, en la posición que adoptamos normalmente para dormirnos, dirijamos la conciencia a la punta de los pies. Sintámoslos y relajémoslos.
Cuando notamos que los pies se relajan, hagamos lo mismo con los tobillos, las rodillas, las piernas. Sintamos que son como corcho. Poco a poco, pues tenemos todo el tiempo del mundo y nadie nos está esperando, hagamos lo mismo con el tronco, hasta que se haya relajado todo el cuerpo, que sentiremos como una armadura. Pero lo más fácil es que antes de acabar ya nos hayamos dormido. Pronto nos daremos cuenta de que el sueño iniciado con una relajación es mucho más reparador que el otro.
CÓMO SEGREGAR ENDORFINAS
Si los efectos de las endorfinas son tan espectaculares y tan beneficiosos para el ser humano, es lícito preguntarnos cómo podemos hacer para segregarías o al menos para favorecer su fabricación dentro de nuestro organismo. Ellas son, a fin de cuentas, la droga natural que necesitamos no sólo para sobrevivir, sino también para poder «funcionar» normalmente en esta vida.
Hemos visto que un potente «creador» de endorfinas es el recuerdo. Recordar situaciones placenteras, en las que son sentíamos flotando, relajados, abandonados a nosotros mismos puede ayudar a que nuestro organismo vuelva a segregar el mismo tipo de endorfina que provocó la situación recordada. Esta es la base de un gran número de técnicas de meditación y de curación que utilizan la llamada «Visualización Creativa». Por otra parte, muchos de los poderes «mágicos» que podríamos atribuir a magos, curanderos y gurús también pueden explicarse a partir de las endorfinas.
Podemos ayudar a la fabricación de endorfinas de dos maneras: relajándonos o forzando el organismo. Ambas tienen sus ventajas y sus desventajas.
Cuando nos relajamos, ocurre algo parecido a cuando el piloto de un avión pone en marcha el piloto automático. El consciente deja de actuar al 100% y el subconsciente aumenta su actividad. Entonces el cuerpo se auto-regenera y células y órganos «piden» al cerebro lo que necesitan. Se efectúa entonces una especie de reparación de todo el organismo durante la cual las endorfinas juegan un papel complejo e importante. En cierto modo es como si pudieran circular mejor, como si el colapso circulatorio hubiera desaparecido. La prueba de lo beneficioso del relajamiento es que muy frecuentemente nos dormimos. Un poco de práctica de yoga, de meditación o de relajación nos permitirán relajarnos completamente o casi completamente sin perder la consciencia. Aún más, alcanzaremos un estado más purificado de consciencia en el cual la realidad se nos aparecerá como más luminosa, como más beatífica. Incluso es posible que tengamos visiones, premoniciones o recibamos mensajes telepáticos. Todo ello, estudiado por la parapsicología, no es, en el fondo, nada anormal; se trata de potencialidades del ser humano que el estado de streess en que vivimos habitualmente nos impide experimentar. Lo importante, sin embargo, es que en este estado parece como si despertara en nosotros otra inteligencia no racional que sabe mejor que nosotros mismos qué necesitamos para estar felices: endorfinas. Esta inteligencia no racional es la que nos impulsa a que escuchemos aquel disco que hacía tanto tiempo que no oíamos o nos sugiere que encendamos una barrita de incienso. En personas para quienes la música o el incienso no se asocian con situaciones placenteras anteriores, se tratará de la relectura de un libro o del impulso irracional a llamar a aquel amor de juventud que nunca hemos podido olvidar del todo. Para otros se convertirá en hambre, ganas de ir al fútbol o de hacer el amor.
Un sencillo ejercicio nos servirá para que ayudemos a nuestro organismo a fabricar endorfinas. Antes que nada, tomemos papel y lápiz, estirémonos en nuestra cama o en un lugar cómodo y demos rienda suelta a nuestra imaginación. Intentemos, sin forzar nada, recordar cosas agradables. Cada vez que nos venga una situación agradable a la mente, apuntémosla en la libreta. No se trata de redactar un acta, sino más bien de apuntar dos o tres frases que por su puntualidad o por las palabras que contengan nos vuelvan a traer a la memoria el recuerdo agradable. Tampoco es necesario que estas frases sean forzosamente lógicas o gramaticalmente correctas. Ha de ocurrir algo parecido con lo que pasa cuando escribimos un poema. Sin duda al releerlo años después volvemos a sentir lo mismo que cuando nos fue «inspirado».
De nuevo nos relajamos y dejamos que afluyan imágenes a nuestra mente, y cuando nos hallamos ante otra imagen placentera volvemos a intentar escribirla, como podamos, en la libreta.
Guardamos la libreta hasta que la necesitemos, o sea hasta cuando nos sintamos tan tensos que no podamos encontrar imágenes agradables.
Si nos hallamos en este caso, intentamos relajamos y, con la ayuda de nuestra libreta, buscamos qué sensación pasada se nos hace más fácil de recordar. Entonces es muy importante que estemos atentos a qué reacciones se producen en nuestro cuerpo y en nuestra mente cuando recordamos algo placentero. Si podemos, se trata de algo tan sutil que a menudo y sobre todo al principio es difícil de verbalizar, intentamos apuntar también qué sentimos.
Con la práctica esta tarea será más fácil. Sin embargo, no hemos de intentar nunca forzar ni caer en el error del perfeccionista que no quiere dejar de escribir nada que considera importante. Con nuestro apuntes podemos ir fabricando más tarde «clichés» o «fichas» totalmente personales e intransferibles que excitarán el mecanismo de fabricación de endorfinas. Además, estas «fichas» que podemos aprender de memoria, pueden servimos para otros usos. Por ejemplo para infundirnos serenidad en los momentos difíciles, para ayudamos a ganar cuando jugamos a tenis o al ajedrez o simplemente para controlamos cuando sentimos una necesidad imperiosa de partirle la cara a nuestro jefe o de echar de casa a patadas a nuestra suegra.
Otro ejercicio que con un poco de práctica puede resultar muy efectivo consiste en «visualizar» las endorfinas. Evidentemente esto es imposible y no visualizamos nada, pero el hecho de imaginarlas en forma de energía que afluye hacia la parte de nuestro cuerpo que las necesita puede ayudar muchísimo.
Podemos atribuirles un color, con preferencia el azul, e imaginar que una luz azul recorre nuestro cuerpo proporcionando un agradable frescor a nuestros miembros. Es importante que cuando realicemos estos ejercicios respiremos lenta y profundamente, y sobre todo que sintamos los efectos benéficos del oxígeno que penetra en nuestros pulmones y se transforma en energía que nuestra sangre se encargará de transportar hasta la última de nuestras células.
También podemos «forzar» nuestro organismo para que segregue endorfinas. Es el caso del footing y del squash del que ya hablamos. A menudo nuestro organismo necesita que lo «sacudamos» para poder reaccionar a la vida rutinaria que solemos llevar y fabricar endorfinas. Muy a menudo cuando aceptamos un reto y vamos más allá de nuestras propias fuerzas, la sensación de plenitud que experimentamos después no es sino el resultado de las endorfinas que hemos tenido que crear. Es el caso de aquel empleado que un día tiene que hacer horas extra para acabar un aburrido trabajo que ha ido dejando para cuando tuviera tiempo. Paradójicamente, al acabar con su tarea siente un bienestar inusual que en modo alguno puede proceder de ésta.
De todos modos, creemos que sólo es conveniente «forzar» el organismo en los casos extremos, y que tanto a la corta como a la larga resulta mucho mejor estimular la fabricación de endorfinas por métodos suaves. Una de las reglas de oro que no nos cansaremos de repetir a lo largo de este capítulo es que debemos de hacer todo lo posible para recordar qué imágenes nos producen placer y felicidad para poderlas «aprovechar» ulteriormente. Un mar tranquilo con olas azules, las aguas arremansadas de un lago, el color del cielo de un día soleado, la mirada inocente de un niño, la belleza de una mujer o el olor de su piel, todo sirve para que recordemos aquello que en su momento nos causó felicidad. Tenemos un arsenal de recursos infinito a nuestra disposición que en modo alguno nos podemos permitir el lujo de despreciar.
Un simple gota de aquel perfume que nos gusta basta para que emprendamos la jornada con más alegría y optimismo. Nuestro cerebro instintivo descodificará este mensaje asociándolo a los momentos de placer en que dicho perfume estaba presente.
Un recuerdo de la persona amada, uno de esos objetos que para nosotros tiene «una enorme carga emocional» será, no nos quepa la menor duda, el mejor de los amuletos. Nada de supersticioso hay en ello: sólo pura bioquímica.
¿Quién no recuerda el olor de la hierba fresca, del césped recién cortado, húmedo, cercano al del ozono, con una sensación de frescura y apacibilidad? ¿Por qué apreciamos de un modo casi supersticioso aquel buen vino, de una buena añada, más que otro de una mejor o de una marca más prestigiosa? ¿Por qué nos gusta rodeamos de cosas bellas? ¿Por qué algunas personas no soportan vivir en el desorden y otras sí? Porque el vino al que hacíamos referencia nos sugiere momentos inolvidables, las cosas bellas acarician nuestra sensibilidad y el orden nos proporciona una sensación de seguridad y de bienestar. Y todo ello ocurre porque nuestro organismo segrega las endorfinas necesarias.
Si queremos activar la secreción de endorfínas, hemos de empezar conociéndonos, sabiendo qué nos gusta, qué nos gratifica, y el recurso de la libreta al que hacíamos mención resulta muy útil.
Si, por ejemplo, nos gusta comer, hemos de intentar ser más conscientes cuando saboreamos nuestras comidas. Hemos de saber qué estamos comiendo, masticar lentamente, degustándolo todo, sacándole el máximo de Jugo. Podemos aprender a mezclar las comidas y a inventar nuevos platos guiados por nuestra intuición. Conviene que, cuando cocinemos, «carguemos» lo que estamos haciendo de felicidad: no nos quepa la menor duda de que ésta pasará a la comida. Es importante que comamos acompañados con personas a las que queramos o con las que nos sintamos bien. Hemos de estar relajados mientras practicamos este rito y nos puede ayudar el acompañar nuestra comida de un buen vino. Pero no conviene excederse con el alcohol, pues demasiado alcohol en la sangre bloquea la secreción de endorfinas. Todo lo que hablemos durante la comida ha de ser positivo e incluso si tocamos temas delicados, hemos de hacerlo desde un punto de vista optimista, comprensivo. No conviene tocar temas escabrosos mientras se come. Por esta razón resulta aberrante que tanta gente coma y cene viendo la televisión, sobre todo las noticias. En nuestros días parece que sólo las catástrofes son noticiables.
Después de comer es importante, si queremos mantener el flujo de endorfinas que hemos desencadenado, no romper el ritmo que hemos creado. No conviene realizar ejercicios violentos. Lo más conveniente es un tranquilo paseo continuando la conversación iniciada durante el ágape. A veces lo más conveniente es permitirse el lujo de comer una buena pastilla de chocolate, si es lo que nos hace ilusión. No temamos: si no abusamos, no nos hará daño. Nuestro cuerpo sabe mucho mejor que nosotros qué nos conviene y sus caprichos son las más de las veces sabias indicaciones u orientaciones. Embotándolo a base de comidas groseras y excesivas o a base de alcohol en cantidades desorbitantes le impedimos que nos diga cómo podemos ser más felices.
Pero puede ocurrir que lo que realmente nos guste no sea comer, sino escuchar música. ¿Quién no ha experimentado más placer oyendo una pieza que ya conocía y que había oído en su infancia que con una pieza nueva? De nuevo los recuerdos son nuestros aliados.
Si deseamos sacar el máximo partido de nuestra melomanía debemos esforzarnos en percibir del modo más puro posible los sonidos. Muchas veces, cuando estamos relajados, tranquilos y sin preocupaciones, «escuchamos» sonidos o matices que normalmente se nos escapan. Y ello no sólo ocurre con la música, nos pasa tan bien en la vida de cada día. El sonido de los pájaros, de un río, de las olas del mar o de las hojas que caen en otoño puede resultar de una gran belleza si sabemos escuchar. Según los estudios de la doctora Susan M. Ryan los pájaros cantan porque eso los hace felices: cantando segregan endorfinas. Y lo que es mejor, si logramos desarrollar la sensibilidad necesaria, también nosotros fabricamos endorfinas cuando escuchamos cantar a los pájaros. El que muchas personas no sepan vivir sin un canario o un periquito se debe a este maravilloso mecanismo natural.
También cantando segregamos endorfinas. Un refrán popular que encontramos en todos los países afirma que «el que canta sus males espanta». El nivel de endorfinas presente en un cuerpo está, según ha demostrado la Dra. Ryan estrechamente vinculado con las cuerdas vocales. El canto de mantrams, una apasionante ciencia dominada no sólo por los yoguis hindúes y los lamas tibetanos, sino también por los magos y encantadores de todos los tiempos, puede lograr efectos realmente sorprendentes porque actúa directamente sobre la fabricación de endorfinas. Lo contrario también es cierto: una voz desagradable o un ruido insoportable pueden llegar a desquiciarnos los nervios.
A lo mejor nuestra afición es la lectura, podemos ayudar a equilibrar el flujo de endorfinas en nuestro organismo apoyándonos en ella. Releer un libro que nos gustó en nuestra adolescencia o empezar una novela de nuestro autor preferido pueden proporcionarnos un placer indecible.
Si lo que nos gusta realmente es hacer deporte, también podremos aprovechar esta afición para estimular la fabricación de endorfinas. Sin duda seremos conscientes de cuan importante es una alimentación equilibrada y sana para mantener en forma nuestro organismo y poder practicar nuestro deporte favorito: nuestro cuerpo así nos lo exige, pues necesita estar perfectamente alimentado para rendir al máximo segregando una cantidad extra de endorfinas.
Practiquemos nuestro deporte favorito si es posible al aire libre: una buena oxigenación es indispensable para que podamos sintetizar las hormonas que necesitamos.
Se ha comprobado que el footing produce una enorme cantidad de endorfinas. Esto se debe a que al hallarse ante una situación de stress, nuestro organismo reacciona produciendo encefaliñas. Según estudios realizados en varias universidades de los Estados Unidos, las personas que parecen enfrentarse al stress sin problemas poseerían endorfinas parasimpáticas más constantes y resistentes. Por otra parte, personas altamente irritables que constantemente están «estresados» parecen sufrir o de un estado de carencia de endorfinas o, al menos, de menos receptores de endorfinas de lo deseable.
¿Nos hemos detenido alguna vez a pensar cuál era la característica constante de nuestros momentos de felicidad? Para algunos es estar enamorado, para otros hacer un regalo, para otros recibirlo, para otros ser agasajado y para muchos ser halagado. En estos momentos estamos mejor predispuestos a fabricar endorfinas, por esta razón un contratiempo que en otro momento nos haría estallar de ira se convierte en algo sin importancia o el canto de un pájaro en el cual no habríamos reparado se nos aparece como algo bucólico y maravilloso.
Gracias al flujo de endorfinas se ha desarrollado en nosotros, al menos momentáneamente, una consciencia sensorial estrechamente ligada a lo delicado, a lo amoroso, a lo estético: se ha establecido en nuestro organismo el equilibrio bioquímico que necesitaba.
Poca gente se percata de que la palabra «magia» procede de «imagen» y está relacionada con la imaginación. La imaginación es una fuerza poderosísima gracias a su conexión con la bioquímica cerebral. Los sorprendentes efectos de un buen número de técnicas de visualización y de meditación se deben a esta conexión. Podemos imaginar acontecimientos pasados o acontecimientos futuros, cuando lo hacemos estamos desencadenando complicados procesos bioquímicos que pueden manifestarse en forma de efectos fisiológicos reales. La medicina moderna ha llegado a la conclusión de que un elevadísimo número de enfermedades son de naturaleza psicosomática. Por pura lógica, hemos de deducir que la curación también debe ser, o al menos puede ser, de carácter psicosomático. Recientes investigaciones del Dr. Howard L. Fields y sus colegas de la Escuela de Medicina de la Universidad de California han demostrado que los pacientes pueden producir endorfinas analgésicas conscientemente. Al serles administrada naxolona, el efecto de estas endorfinas cesaba y volvían a sentir dolor: este hecho demuestra que no se trata de autosugestión o imaginación, sino de algo muy real.
Resumiendo, diremos que para alcanzar o, al menos, tender hacia el estado de felicidad al cual estamos destinados, hemos de conseguir que se reestablezca en nuestro organismo el flujo correcto de endorfinas. Ello sólo es posible si conseguimos que nuestra mente no esté separada de nuestro cuerpo. El antiguo dicho de mens sana in corpore sano nos brinda el secreto de la felicidad: cuando estamos sanos física y mentalmente todo, en nuestras vidas, funciona mejor.
Así como en las grandes ciudades no se puede circular si las calles están abarrotadas de coches aparcados en segunda o tercera fila, lo mismo ocurre en nuestro organismo. La energía, el Ki de los acupuntores, debe fluir correctamente para que nuestra máquina funcione. Es el único secreto, y el secreto está en nosotros...
EL SECRETO ESTA EN NOSOTROS
Hemos visto que todo ser humano, a menos que esté psicológicamente muy enfermo, aspira a ser feliz. No se trata casi nunca de una aspiración consciente, racional, sino de un deseo inconsciente fuertemente arraigado en nosotros que utiliza para sus fines toda la información que le proporcionamos. En muchas ocasiones, por falta de consciencia o de cultura, utiliza incluso métodos erróneos. Esto ocurre porque muchas veces confundimos la felicidad con la autosatisfacción. Lo que no nos gusta o no nos satisface nos produce infelicidad.
A veces la vida se nos presenta tan llena de problemas y de contrariedades que nos sentimos incapaces de reaccionar. Parece como si nos faltaran las fuerzas. Se trata de una situación que suele plasmarse en los sueños en forma de pesadilla: alguien nos persigue y no llegamos a poder mover nuestras piernas. Entonces es más fácil ceder a la angustia o a la depresión que reaccionar. Pero esto no soluciona el problema mientras no logremos relajarnos. Sólo así nuestro organismo podrá comenzar a equilibrar el flujo de endorfinas. Cuando estamos angustiados sólo deseamos una cosa: liberamos de aquello que nos oprime y ser felices, pero ocurre que nuestra mente no sabe cómo hacernos felices. A su manera lo intenta, pero cae en todas las trampas. Sólo el iluminado puede discernir entre aquello que nos proporcionará felicidad y aquello que nos acarreará desgracia. Sin embargo, nuestro cuerpo sí sabe cómo hacernos felices: sintetizando endorfinas y distribuyéndolas por todo nuestro organismo. Nuestro subconsciente también contribuye a esta tarea proporcionando las informaciones necesarias. Es la base de la publicidad: se excita nuestra curiosidad asociando lo que se nos quiere vender a algo que inconscientemente relacionamos con placer. Así vemos que se anuncian coches junto con señoras estupendas o desodorantes en ropa interior. Las más de las veces se recurre a la sexualidad para incitar al cliente a comprar.
Así, a fuerza de publicidad mal digerida, acabamos relacionando la felicidad con la adquisición de bienes materiales y con el consumo desenfrenado de aquello que nos ofrece la televisión. Se ha dado el caso de personas psicológicamente enfermas que tenían la casa llena de discos o cassettes que no escuchaban o que tenían varias neveras que no utilizaban. Nos venden cualquier producto como algo bueno y deseable y acabamos creyendo que la felicidad se halla en él y no en nosotros mismos, en nuestra propia capacidad de disfrutarlo. Se nos crean deseos artificiales que, si no son satisfechos, nos producen la horrible sensación de que somos desgraciados. Esto lo podemos constatar particularmente en los niños y adolescentes que son muy sensibles a la propaganda. Si no tienen un pantalón vaquero de determinada marca o unos mocasines genuinos americanos, parece que son menos que los demás y ello les produce infelicidad.
Pero, como ya hemos visto, nuestro potencial para ser felices se halla exclusivamente en nosotros. Todos los maestros espirituales de todos los tiempos lo han dicho y repetido: el secreto está en nosotros. Los objetos exteriores tienen también su importancia, pero como «acciona-dores» de lo que ya está en nosotros. Desengañémonos, no nos va a hacer felices cambiar el coche, sino las endorfinas que nuestro cuerpo va a segregar cuando nos entreguen el coche nuevo.
Todos sabemos de personas «que lo tienen todo en esta vida» y que no por ello son felices. Antes al contrario, muchas veces son sumamente desgraciadas y necesitan acudir al psicoanalista varias veces por semana para poder mantener un frágil equilibrio psicológico. Sin duda tienen lo que una persona pobre nunca tendrá pero considerarán como problemas lo que para alguien menos potentado no lo sería.
Nos hallamos en una época de expansión industrial y económica y, sobre todo en occidente, «nunca se había vivido como ahora». Sin embargo, a pesar de los innegables adelantos técnicos e higiénicos, esto no es enteramente verdad. Muchas veces es más feliz el hindú que sólo come un plato de arroz al día que el yanqui que come cinco veces. Por otra parte, ¿a quien no le han explicado sus padres o sus abuelos que eran pobres pero felices? Sin duda lo que se ha convenido en llamar «calidad de vida» era superior. Y ser feliz es una cuestión de calidad de vida, no de cantidad de letras que pagar a final de mes.
Ser feliz es una cuestión de equilibrio, de estar en paz con nosotros mismos, con nuestros deseos, con nuestras aspiraciones, incluso con nuestros sueños. Se trata de aprender a ver el lado positivo de las cosas y de aprovechar las oportunidades que nos brinda la vida. Ser feliz es una cuestión de resonancia. Se trata de ser lo suficientemente hábil para que los acontecimientos exteriores nos encuentren optimistas y equilibrados para que, resonando con nuestro interior, nuestro flujo de endorfinas sea constante.
Para poner un ejemplo gráfico, podríamos decir que la felicidad se respira, pero no se respira de afuera, con los pulmones, se respira de adentro y el «oxígeno de la felicidad» son las endorfinas. Si el flujo de éstas en nuestro cuerpo se estanca, empezamos a sentirnos mal física y psicológicamente. Nuestra capacidad para desarrollar una consciencia receptiva agudizada que nos permita vivir más plenamente la vida y aprovechar al máximo las oportunidades que ésta nos brinda es la base de nuestra felicidad. Y el secreto, lo hemos visto a lo largo de todo este libro, se encuentra en las endorfinas.
Entre las causas que producen ese «estancamiento» al que hacíamos referencia, se encuentra el stress. Sin duda una gran parte de nuestra infelicidad se la debemos al stress y a nuestra incapacidad de luchar contra él. Según el Dr. Seyie, la capacidad de adaptación al stress varía según cada persona. Tenemos, además, un límite de capacidad de adaptación que hace que, cuando nos adaptamos a una situación de stress, nuestra capacidad se ve reducida, menguada. Con el tiempo, si no llegamos a compensar esta disminución, podemos vernos abocados a una situación límite que depende, obviamente de nuestra capacidad de adaptación al stress. En ello juegan un papel importantísimo nuestros estados de ánimo. Si estamos eufóricos, «encajaremos» mejor los golpes del destino; el optimismo es la mejor coraza contra los ataques exteriores que nos provocan infelicidad. Sin embargo, si nuestro estado de ánimo es bajo o estamos bajo los efectos de una depresión, fácilmente sucumbiremos a los efectos del stress negativo.
Con todo, y esperamos que la lectura de este pequeño libro haya contribuido a ello, aún en los peores momentos de nuestras vidas, hemos de recordar que somos demasiado maravillosos como para ser desgraciados. La vida es algo demasiado bello y precioso como para ser desaprovechado.
Es necesario que te rebeles contra el aburrimiento, contra la depresión. ¡Drógate con la Vida! ¡¡¡¡¡¡¡¡Drógate con tus propias endorfinas!!!!!