Como es bien sabido, ya la humanidad protohistórica de las Asturias se comunicaba a través de los puertos secos, entre cresterías. Uno de los cuales era el que después se llamó de Valgrande o Pajares. Varios de esos «pasos de cabras» de los indígenas, fueron, sin duda, utilizados, ampliados y mejorados, principalmente con fines logísticos, por los romanos, que los convirtieron en calzadas militares secundarias a partir del siglo I, con lo cual ya tenemos, para el camino de Pajares, una venerable antigüedad de dos mil años. Consolidada la «paz octaviana», la senda que iba de Gijón a León quedó firmemente trazada y poblada. A sus orillas se levantaron las «mansiones», que eran lo que nuestras ventas o paradores o lo que los “reíais” franceses. En sus inmediaciones se empezaron a beneficiar «villas», feudos agrícolas, uno de los cuales debía de quedar muy cerca del actual Oviedo, aproximadamente en el lugar que hoy ocupan los monumentos del Naranco.
Desde León, castro y sede del legado imperial, el camino seguía, con bastante aproximación. La actual carretera penetraba por Valgrande en la actual Asturias y, faldeando montañas, llegaba a la «mansión» de Memoriana, por donde ahora se sitúa Pola de Lena, y de allí seguía a la «mansión» de Lucus Asturum, cerca del actual Lugo de Llanera. Es de suponer que esa ruta venía por el Padrún y bordeaba muy de cerca el Naranco, pues hay que tener en cuenta que se trataba de una vía estratégica para servir principalmente a los puestos militares que existían permanentemente o se montaban en las cumbres en caso o ante síntomas de rebeliones.
La Monarquía asturiana, ya consolidada y con sede en Oviedo desde Alfonso II, utilizó y cuidó indudablemente ese camino, sobre todo durante los reinados de Ordoño I y Alfonso III, ya proyectados francamente a la expansión colonizadora sobre la meseta. Por ese impulso astur, la ciudad de León dejaba de ser ruinas y renacía para cabeza de un reino. El camino de Pajares y de otros puertos, especialmente el de la Mesa, vivió entonces, siglos IX y X, un intenso tránsito merced a las empresas militares y a la colonización de las «presuras». Con el traslado de la corte a León, estas vías perdieron importancia estratégica, militar y política, pero en cambio la venían ganando, día a día, como caminos de peregrinaciones. Asturias, desde la rústica corte praviana de Santianes, había «descubierto» la estancia del apóstol Santiago en España; poco después le inventaba un sepulcro en los linderos de la «finis terrae» y, con tal motivo, fundaba la sede compostelana e inauguraba, con el viaje regio de Alfonso II, la romería de más importancia y trascendencia histórica de la cristiandad. Dos puntos brillaron, desde entonces, con luz de vida en la maravillosa geografía espiritual de la Edad Media: San Salvador de Oviedo y Santiago de Galicia. Y entre los dos grandes caminos que llevaban al apóstol, el antiguo costanero y el posterior o «francés», este otro camino de León a Oviedo por Pajares era la más importante travesía para los buenos romeros que no querían prescindir de la saludable adoración al San Salvador de Oviedo. La fundación de Santa María de Arbas, el San Bernardo español, es una buena prueba de la importancia de este itinerario. Por él pasó un día El Cid, acompañado del Rey, hacia el Oviedo de su Jimena, para adorar reliquias y hacer de buen juez. También se sitúa en ese camino la sangrienta leyenda del supuesto viaje de Sancho de Navarra, de cuya fábula nació el asturianísimo refrán:
“Si la ficiste en Payares, pagástela en Campomanes”.
Ese camino lo recorrieron los reyes Alfonso VI, Alfonso VII, doña Urraca la asturiana, Pedro I y otros. Durante la baja Edad Media, el camino de Pajares vio aumentar su tránsito y su tráfico. Los mercaderes de León y Castilla lo recorrían para llegar al puerto de Avilés y a los mercados de Oviedo. El camino se convierte entonces en uno de los personajes más importantes de los famosos fueros avilesino y ovetense. En torno a él, menudean las disputas económicas por los portazgos y se riñen enconadas luchas feudales entre reyes, obispos y señores, feroces y rara vez magnánimos. Sobre su parte más fragosa se alza el formidable castillo de Tudela, que casi siempre daba seguridad y amparo al «iter faceré» de las recuas traficantes, pero desde cuyas torres solían también bajar algunas malas voces, omes tortizeros que mataban, robaban o cautivaban a peregrinos y mercaderes.
En los siglos XVI, XVII y XVIII, tiempos de paz y seguridad interiores y de auge para Asturias, el camino de Pajares fue mejorado. De él se ocuparon con alguna frecuencia la junta del Principado, los cabildos catedralicios (como en tiempos del obispo Muros en que se hicieron importantes mejoras) y municipal de Oviedo y, posteriormente los regentes de
Para la construcción y conservación de caminos existía en Asturias, desde tiempo inmemorial, la popular institución llamada sextaferia, o sea la prestación personal bien por propio trabajo, bien pagando a un jornalero. El nombre le venía de ser los viernes los días dedicados a esa labor de beneficio comunal. El camino Peñaflor -
La moderna carretera para el tránsito rodado normal, es obra de
La nueva carretera suponía inmensos beneficios para todos al abrir la región al tránsito de la carretería. Los transportes a lomo eran costosísimos y penosos. Por ejemplo, en Luarca o en Avilés el vino que venía por mar desde las bodegas de Levante o Andalucía, resultaba a mitad de precio que el que se traía en reatas desde León. Los cereales, transportados de Castilla, triplicaban en Oviedo el valor que tenían en Valladolid o Medina. Campomanes, Jovellanos, Ibáñez (Sargadelos), Abella Fuertes, Toreno (padre) y demás «ilustrados» demostraron hasta la saciedad los inmensos bienes que a todos aportaba la nueva carretera. Pero la realización de ésta, por un terreno tan accidentado, costaba un dineral. Hubo que hacer puentes en Olloniego y Santullano e infinidad de alcantarillones, replanteos y obras de retén. En su mayor parte se llevaron a cabo por administración y a jornal, en vez de por contrata y a destajo, pues si bien salían más costosas, resultaban, en cambio, mucho mejor terminadas.
Al finalizar el siglo XVIII, la nueva carretera León-Padrún-Oviedo estaba prácticamente acabada. En el trozo Oviedo a Gijón circulaban ya los carruajes desde mucho antes. Pero la inmediata guerra de
Hasta mediados del siglo XIX, y aún después en bastantes zonas, las vías de comunicación de Asturias consistían en caminos de herradura, generalmente en mal estado. Las quejas y protestas que sobre eso pueden leerse en la prensa o en las actas de los municipios de la época, son muchas y muy fundadas. Por esos años, se desarrollaron intensas campañas en pro de los caminos, y fueron famosas las que hizo don Juan Llano Ponte, hidalgo avilesino muy popular en toda la provincia, que recorrió a caballo casi toda Asturias, y escribió innumerables artículos en los periódicos pidiendo la ampliación y mejora de la red viaria asturiana, por lo cual se le llamaba Juan Carreteras, apodo que él acabó adoptando como seudónimo de sus escritos. Después de la primera guerra carlista y sobre todo durante los largos gobiernos de los moderados, se trazaron desde el estado central amplios planes para dotar al país de modernas carreteras. Tuvo Asturias la suerte de que durante esos gobiernos figurasen en ellos y en las altas esferas de las finanzas, asturianos muy interesados por el Principado, como Pedro José Pidal, Alejandro Mon, Garcia Barcenallana y, sobre todo, Uría, que ejerció la dirección general de caminos alrededor de 1858. En esa época (1843-1868) se proyectan, realizan o inician las grandes arterias de carreteras aunque algunas de ellas no se terminan hasta el periodo de
Ya en 1928 se estudió la posibilidad de hacer una autopista de Oviedo a Gijón, que, desgraciadamente, no pasó de proyecto. En el decenio 1960-1970 se inician y ponen en servicio grandes trayectos de la nueva carretera de Oviedo a Santander. Los trazados de Oviedo a Gijón y de Oviedo a Galicia son notablemente mejorados. Se moderniza por completo la ingrata subida al puerto de Pajares. En 1968 se inaugura el tramo de Oviedo a Figaredo, que soslaya los difíciles puertos de
Pa que andes bien el camín,
lleva vino, pan y tocín;
del caminar non me quexu,
si tengo pan, vino o quesu.
Mocines de Llantrales,
¿quién vos mantiene ?
Los arrieros del puertu
que van y vienen.
En la venta del Camino
el carretero la goza
porque pellizca el peyeyu (odre)
del buen vino y de la moza.
Ya se marchen los mozos
por el Camino;
van a servir al Rey y
allá va el mió.
En Asturias, al iniciarse las modernas carreteras, se produjo un curioso fenómeno lingüístico. El pueblo llamaba «camino» (en castellano) a la carretera y «camin», con cierto sentido peyorativo, a los antiguos caminos de herradura. También en la literatura asturiana culta, en prosa y verso, son muy numerosas las referencias a los caminos. Rafael María Labra describe minuciosamente el viaje de una diligencia por Pajares. En «Clarín» y Palacio Valdés, se hacen relatos de viajes en diligencia y a caballo. Refiriéndose a una diligencia, dice un romancillo aludiendo a un viaje de Oviedo a Luarca en 1870:
Nave del Camino,
mástil es tu lanza
que lleva por velas
ocho mulas blancas...
Y baja que sube
y sube que baja.
Veinte leguas justas
hacen la jornada...
Los nerviosos cascos
en la piedra ensayan
crótalos de acero
con ritmos de marcha.
¡Treinta y dos martillos
y el Camino es fragua!
(J. E. C.)
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